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Las Redes Oscuras (capítulo 22): La casa de las fieras

Como de costumbre, esperó al primer rayo de los soles para iniciar la reunión. Frente a sus ojos estaba lo que creyó nunca pasaría, un concejo de guerra compuesto por sus hermanas. Ni viejos ni niños, ella era quien encabezaba la reunión. «Mírame desde el infierno, Zedder, ¿no te parece que me veo espléndida en tu silla?»

Le hubiera gustado verse en el espejo. Quizá así podría encontrar un poco de goce en lo estético. La realidad es que no le entusiasmaba la idea de dirigir a sus hermanas. Desde pequeña soñaba con hacer lo que hacía su padre, pero tuvo la sensatez de abandonar esa idea cuando creció. Pero si no era ella ¿entonces quién lo haría?

            —Tu informe es muy escueto, Nobi. Llegaste con ellos antes que Neem. Intenta recordar ¿escuchaste algo más? Nombres, pausas, algo, lo que sea —preguntó Nigrette firme y feroz. Su mirada era silenciosa y pura, como un río que corre entre las verdes montañas de sus ojos.  Amaba a cada una de sus hermanas, eso lo tenía tan seguro como que los soles saldrían por el este cada mañana. Pero era dura con ellas.

Nobi no respondió. Miró al piso y empezó a sorberse la nariz. Pronto estallaría en un llanto lúgubre que pondría las cosas más tensas durante la reunión.

—Ya te dijo lo que oyó—respondió Neem mientras consolaba a Nobi, con una voz corrosiva aderezada con la rebeldía de una niña de diez años.  —Si los quieres matar, alcánzalos. Corre quince millas al sur, los encontrarás. Son tan ruidosos como una estampida de elefantes.

—Nadie sale hasta que yo lo ordene —dijo Nutasha. —Necesito conocer más detalles. Ib nos pidió que no los matáramos. Y si lo hacemos, seguramente estaría de mal humor todo el año. Nadie quiere soportarlo así —aclaró, mirando disimuladamente a Naryanna, la pelirroja de quijada apretada que estaba sentada frente a ella. —A juzgar por lo que dicen sus archivos, capturarlos debe ser fácil. Apeguémonos al plan inicial.

            —Olvídate de la broma. Esto es alta traición —respondió Nigrette desafiante. Nutasha la entendía perfectamente. Comprometer la seguridad del Árbol era algo abominable. Una falta que debía pagarse con sangre y sufrimiento. Pero sólo era un rumor. Ellos eran Arakhné en este momento. —Si hubiera ido yo, ahí mismo los hubiera ejecutado —dijo de una manera amenazante y altiva. Eso hizo que Nutasha sintiera orgullo, enojo, y un poco de miedo.

—Precisamente por eso no fuiste —contravino Nutasha, quien se esforzó por irritar a su hermana. Nigrette en verdad quería tomar el control. Y la entendía. Estaba destinada a hacerlo. Zedder, en algún momento confesó que siempre vio en Nigrette indudables cualidades para dirigir. Lástima que se haya interrumpido su entrenamiento tan abruptamente. —Dialogaremos con ellos a su llegada.

—Y mientras tanto podrías aprovechar para preguntarles qué prefieren cenar.

Todo en Nigrette era amenazante. Desde la postura hasta manera de pronunciar cada palabra. Nutasha sostuvo esa mirada durante un prolongado silencio.

«Tú ganas, viejo» pensó antes de parpadear.

—Me has descubierto —dijo con elegante socarronería y una mueca tan desagradable que parecía implorar una bofetada. Se levantó de la silla y se sentó junto a Nekane —ese fue mi plan desde un inicio. Quería recibirlos amablemente y así llevármelos a la cama sin oponer resistencia. Pero he recapacitado. Tu brillante cerebro podrá manejar esta situación de una mejor manera. Encárgate de este recibimiento.

—Pues acepto —respondió Nigrette con una abrumadora seriedad. Se puso de pie, pero no se sentó en la silla de caoba. En su lugar, explicó un detallado plan que no sonaba nada mal.

Naryanna negociaría su rendición desde el Cuarto del Vigilante, esto era lo que más le gustaba del plan. Si alguien era capaz de negociar sin llegar al derramamiento de sangre, era ella. Su valentía la volvían una fuerza. En ella la sinceridad podía ser un defecto y una virtud. Siempre hablaba de más, pero Nutasha sabía que al igual que el resto de sus hermanas, jamás revelaría uno de los secretos sagrados. Ni bajo tortura. Y en cuanto a su seguridad, Nekane la vigilaría desde lo alto. Ella era una mujer prudente y no haría ninguna tontería. Nobi y Neem estarían en el Jardín del Cielo, coordinando un ataque aéreo para capturarlos o desarmarlos.

—Me parece que me exalté hace un momento —confesó Nig—. Estaré al tanto cualquier eventualidad. Si tienen una duda, siempre diríjanse a mí.

—Yo tengo una duda —advirtió Neem levantando la mano. —¿Los podemos hacer sangrar? —Preguntó con naturalidad.

—Por supuesto —aseguró Nigrette con una extraña complicidad— pero no los maten. Llévenlos directo al sanatorio, ahí estará Nutasha feliz de sanarlos y prepararlos para el interrogatorio. Estimo que llegarán aquí al medio día. A las once horas haré sonar las campanas de cristal. En ese momento todas tomarán sus posiciones y esperarán hasta la llegada de los usurpadores.

Nigrette dio por concluida la reunión y salió del cuarto con una prisa inusitada. Nutasha fue al fumatorio, donde había dejado sus hilos y sus bolas de estambre y luego se dirigió al sanatorio. Encontró a Neem y a Nobi esperándola en la puerta de la clínica. La pequeña druida de ojos saltones se paró frente a ella. Tenía la gracia y la malicia inocente de una cría de pantera.

—Arriba no hay semillas de liana. Antes de salir a la selva a buscar, pensé que aquí podrías tener.

—¿Se puede saber por qué piensas eso?  —Preguntó, mientras giraba la llave de la puerta del sanatorio.

—Por sus propiedades antitusígenas —respondió Neem casi de mala gana, viendo al piso.

Nutasha entró y las invitó a pasar, pero Nobi prefirió esperar pacientemente afuera, cantando una débil melodía. «Ay, Nobi. La preciosa Nobijunabákada. Un diamante en bruto. Blanco y sin brillo, como sus ojos. Demostraba sin intentarlo, una maestría en la magia que ni el mismísimo Werlin había logrado. Si tan sólo Zedder hubiera tenido oportunidad de trabajar con ella... Pero era imposible. Él pagó el precio por haber cortado una estrella, como si fuera una uva del racimo estelar.

Las dos druidas entraron a la clínica. Nutasha había desempolvado el lugar en días previos y mientras evaluaba el sanatorio, sintió una rara empatía al ver que los medicamentos estaban bien organizados y etiquetados, los instrumentos esterilizados, ordenados según Schwartz y listos para usarse. Le gustó enterarse que los usurpadores no eran tan bárbaros como en apariencia.

—¿Por qué no vienes a ayudarme de vez en cuando? Me caería bien un asistente —se arrepintió inmediatamente después de haberlo propuesto, pues no quería desafiar las indicaciones de Nigrette.

—Porque Nobi nunca ha usado las lianas, quiero enseñarle —respondió Neem.

—Está bien, pero me gustaría saber que puedo contar contigo en la clínica. Aquí siempre hacen falta manos   —Nutasha abrió un baúl, del que sacó una carpeta que parecía un catálogo y contenía miles de semillas en diminutos bolsillos. Buscó en el índice y no tardó en dar con ella.

—Si te doy media docena ¿cuánto espero recibir —Preguntó Nutasha.

—Una docena y poco más —respondió Nymera.

—Bien. Y recuerda, es un gran momento para que practiques lo que ya sabes. Sé que no te gusta hacerlo con nosotras —esto último se lo susurró al oído, pues sabía que tocaba un tema que la incomodaba bastante.

—Lo haré después —dijo, y salió de la habitación. Con paso seguro y digno, como camina la realeza. Pero era gracioso creer que una niña desaliñada, ruda, segura y salvaje, podía tener ciertos detalles tan contrastantes de vez en cuando. Vio que Naryanna estaba en la puerta, acariciando la cabellera blanca y enmarañada de Nobi, que siguió a Neem tan pronto cruzó la puerta. Al cerciorarse de que las más pequeñas se habían alejado rumbo al Jardín del Cielo Naryanna entró al sanatorio.

—Es una pena —observó Naryanna, con la voz muy parecida a la piedra volcánica. —Quizá es momento de dejar de insistir en sus habilidades curativas. Haría un gran trabajo como druida ofensiva.

—Tiene miedo —respondió cariñosamente Nutasha—, no todas somos tan valientes como tú.

—¿Miedo? —Respondió Naryanna divertida. —Por favor, Neem tiene once. ¿Sabes qué le dio a Nobi en su cumpleaños? Una escama de señor dragón. No sé en qué momento se escabulló para matar uno.

—Si no me equivoco, tú hiciste lo mismo. Zedder te castigó por tres meses.

—Fue a los doce y fue un Draccon communis. Jamás hubiera ido por un lord, no estoy loca —tuvo que asegurar.

—Matar y sanar son dos polos opuestos pero inseparables —dijo Nutasha, dándole un giro a la conversación—. El miedo a la muerte te paraliza las manos, te roba el aliento y te entorpece los pies. Pero el miedo de no ser incapaz de sanar a quien amas es más profundo, llega a la médula, fácilmente nubla el juicio y a razón. Si no se domina correctamente los hechizos en vez de sanar pueden ocasionar daños irreparables. Nadie quiere dañar a quien busca sanar, pero muchas veces puede ocurrir. Tan pronto Neem reviente esa burbuja conoceremos a una sanadora sin igual, te lo aseguro. Ha leído los libros adecuados y entiende los temas. Su memoria es fascinante y tiene un pulso inigualable. Hasta yo lo envidio. Pero no viniste a la clínica para hablar de ella —aseguró Nutasha, sentándose en una silla. La miró de reojo antes de comenzar a tejer.

—Es sobre Ib —confesó Naryanna—. No soporto la idea de que lo hayan traicionado. Quisiera…

—¿Confías en él?

—Sí —respondió Naryanna, con cierta dificultad.

—Entonces también confía en ellos. Lo estamos apoyando al hacer lo que nos pidió. «Nos veremos en el árbol cuando el otoño haya llegado a su mitad. Si encuentran la puerta abierta, castiguen a los responsables. Sin excederse». ¿O acaso tienes miedo de que lo maten? Ciertamente fue un desastre, pero algo me dice que lo que tú quieres es que vayamos a buscarlo, para que puedas salvarlo de una emboscada y que corra a tus brazos.

Nutasha no pudo evitar levantar la mirada para ver a Naryanna apenarse.

 

—Eres una tonta —dijo, apenada. Luego guardó silencio y habló con calma. —Ib me contó que estaba contento con Arakhné y que incluso los consideraba sus amigos. Por eso me da tanto coraje. ¿Por qué lo traicionarían? No puedo soportarlo…

Escuchaba celos perfumados con una pizca de decepción. El cariño de Naryanna por Ib le había nublado el juicio. Como no le gustaba andar con rodeos soltó la pregunta directa.

—Zedder murió hace muchos años —dijo, regresando su mirada a la bufanda que estaba confeccionándole a Nigrette—. A ustedes dos los separan tradiciones y reglas de un muerto. Si quieres romperlas, hazlo. Nadie te lo recriminaría. De hecho —una ligera risa alegró el compás de sus labios—, las chicas lo quieren. Cada una lo descubrió por su cuenta. Todas vinieron a contármelo en secreto y sólo si prometía que nada malo te pasaría. Naryanna, no estás atada a nosotras. Puedes estar con él si es lo que deseas. Yo seguiré mi camino. No me atrevo y no quiero hacer otra cosa. No es miedo lo que siento, sino que las reglas están tan incrustadas en mí como lo estaban en Zedder. Al no seguirlas, mi vida se volvería un caos.

—Sólo se lo había contado a Nekane, y tenía sospechas que Nigrette lo sabía. Pero nada más —reconoció Naryanna, con una rubicundez particularmente hermosa. —Es momento.

—¿Momento de qué?

—De casarme con él —dijo convencida y salió de la habitación sin esperar la respuesta de Nutasha.

La noticia le cayó como una cubeta de hielos. Pensó en alcanzarla para que pudieran hablar del tema, quizá hacerla entrar en razón. Pero era incluso más obstinada que Zedder.

Y mientras daba los últimos retoques a la bufanda recordó una noche hacía ocho años en la que ella y Zedder se habían terminado catorce botellas de tequila mientras apostaban con dados.

—Te regresaré tu dinero si me confiesas que Nigrette es tu hija favorita —le propuso Nutasha, con esa insolencia que facilita el licor.

—Olvídalo. Quédatelo todo —dijo su padre. —Ustedes son mi vida y las quiero por igual. Pero no cometeré con ellas el mismo error que cometí contigo —reconoció divertido, como si hubiera contado un chiste. —Te mimé mucho. Te enseñé todo lo que soy y has sido una alumna excepcional. El mundo ya tiene problemas soportando a dos personas como yo, ¿qué haría con seis?

 

Naryanna se había quitado un enorme peso de encima. Era como si sus hombros hubieran recibido un masaje largo y cariñoso. Llegó con paso ligero y relajado al cuarto del vigilante. Encontró a Nigrette sentada en un sofá de cuero, lanzando un dado una y otra vez. Cuando vio su semblante no le quedó duda, a ella no le gustaría escuchar lo que recién había decidido.

—Si padre viviera ya hubiera ejecutado a esos soldados de cuarta —dijo, sin dejar de ver el dado—. ¿Qué vio Ib en esa basura? Tres años juntos y lo traicionan a la primera oportunidad. Por eso no hay que confiar en los mercenarios.

            —Eso decía Padre —reconoció Naryanna—, pero Padre era un mercenario…

Nigrette soltó el dado y se levantó hacia la ventana que daba a la selva.

—Por eso trabajaba solo. Sabía que no se podía confiar nadie.

—Nosotras confíamos unas en otras ciegamente.

—Porque somos familia —Nigrette alzó los ojos hasta volverlos blancos. —Mira, Nekane estará apuntando a la garganta del líder en cualquier momento, por si intenta algo extraño.

Naryanna lo pensó mucho antes de responder.

—No debería ser a su garganta, son amigos de Ib —dijo Naryanna—. Me lo confesó una vez —Naryanna vio brillar la furia en los ojos de su hermana.

—Te importa mucho lo que ese limpiabotas haga.

A veces le costaba aceptarlo, pero para Nigrette Ib Ging siempre había sido un intruso en la familia. Alguien que llegó a robarle el tiempo que pasaban juntas, alguien que tomó el cariño de su hermana para nunca regresarlo.

—¿Confías en mí?  —Preguntó Naryanna, con la voz ronca pero firme.

—Con mi vida.

—Pues confía en él. No los lastimes, por favor.

—No tengo que hacer nada —respondió furiosa. —Quedas relevada de tu cargo y de esta misión.

Naryanna consideró que no era prudente continuar la conversación. Dio media vuelta y antes de salir, miró a su hermana, que tenía los ojos hinchados y se esforzaba conteniendo una lágrima.

—Hermana —dijo Naryanna con la voz quebrada.

—Déjame en paz.

De repente y a pesar de la vastedad del Árbol, Naryanna no supo a dónde ir. Así que se escondió debajo de las escaleras. Lloró en secreto y lloró en silencio.

 

 

Nymera sabe perfectamente que Nobi no ve muy bien. Sus ojos tienen dificultad para enfocar de lejos. Nekane le había confeccionado unos lentes, pero a Nobi nunca le gustó ponérselos. Así que sólo lo que tiene frente a ella lo ve de manera clara. Por eso se tuvo que arrodillar en el piso para estudiar las plantas.

—De este tubérculo se puede obtener un potente antiinflamatorio. Y mira, de estos hongos un veneno capaz de emular los efectos de una runa paralizadora. Potente pero impráctico.

Nobi a todo respondía que sí con una alegría y gozo que Nymera disfrutaba enormemente. Estaba alegre respirando el aire fresco. A Neem le caían mal los intrusos, pero le gustaba cómo tenían el jardín.

—Voy a llevar esta carretilla a su lugar, ¿me ayudas con la otra? —Nobi asintió en silencio. No fue hasta que las dejaron en el almacén que Neem se dio cuenta que Nobi no había tocado la carretilla, sino que la había movido únicamente señalándola únicamente con un dedo.

–¡Increíble! —Admitió con los ojos como dos platos. —¡No sabía que podías hacer eso! Vamos, enséñame cómo lo haces.

Nobi aceptó feliz y señaló a la carretilla, que con un ligero movimiento del dedo se movió unos metros hacia delante y hacia atrás. Neem intentó hacer lo mismo que hacía ella, pero fue infructuoso.

—Se me ocurrió que mi dedo y la carretilla podrían estar conectados por un vínculo—explicó Nobi con la voz queda y cortada. —Y de repente sentí que mi dedo era de madera. Se había vuelto pesado como un martillo y aunque me costó moverlo, cuando lo hice, también se movió la carretilla.

El ánimo de Neem se desinfló igual que una tienda a la que le cortan el sostén. Era una habilidad que ella no tenía la menor idea de cómo desarrollar y que si Nobi lo había hecho, seguramente era por su habilidad oculta.

—No quise arrugar tu corazón de manzana —dijo Nobi, cariñosamente—. Tus ojos no llueven, pero tu boca me dice que estás triste.

Neem se sintió culpable, no le gustaba angustiar a su hermana. Así que de dos saltos subió a los troncos que delimitaban el jardín del cielo, haciendo perfecto equilibrio con un pie.

A su hermana le encantaba verla haciendo maromas. Nobi era lenta e insegura pero fuerte, sólo le bastarían mil caídas de espalda para hacerlo tan bien como ella.

—Ven —le pidió a Nobi, quien escaló los troncos lentamente, pero sin ningún resbalón o paso en falso. Cuando se puso de pie a su lado, ambas miraron el lejano suelo.

—Son cuarenta y cuatro metros. Si me dejara caer ¿cuánto tiempo tardaría mi cuerpo en estrellarse contra el piso?

—Tres segundos —respondió Nobi sin dudarlo.

—¿Y si yo pesara el doble?

—Tres segundos —encontró divertida la respuesta. Neem sonrió también.

—Acertaste. Por eso que tenemos que saltar así. Tendré sólo un segundo para hacer crecer esta liana —aseguró Neem con una sonrisa maquiavélica antes de saltar caer al vacío.

Logró que la liana se asiera del Árbol y se columpió como un sibang. Ahí se le ocurrió una idea muy graciosa y cuando trepó por la liana, Nobi no paró de reír al ver su aspecto simiesco. Pero era útil. Sus dedos se asían mejor y tenía las piernas musculosas y útiles.

—Te toca a ti —dijo con mucha dificultad, su voz sonaba graciosa y disonante. Después de todo, la garganta de los sibangs no estaba hecha para hablar.

 

Esta historia también está disponible en audiolibro en el siguiente link:

LAS REDES OSCURAS

  1. Capítulo 0: https://youtu.be/wU4t09EWVq8?si=ryJVWwhl0ZaHQ70T
  2. Capítulo 1: https://youtu.be/fhyesVFlLVI?si=lgDe1mQLNqMkzDmS
  3. Capítulo 2: https://youtu.be/blnwlIt4H-s?si=Zlu5CoE85LVS3SD0
  4. Capítulo 3: https://youtu.be/Mpyd94YoB-A?si=GIislHSlZryXVt_z
  5. Capítulo 4: https://youtu.be/8i3kF8A3tS8?si=B_u_zscVh3kdrA6_
  6. Capítulo 5: https://youtu.be/_mGz7fEVZSI?si=d5Wvp4v6BSUlRwfM

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