Las Redes Oscuras (capítulo 24): La casa de las fieras
Quote from Arena on April 3, 2024, 4:42 pmLo que Nekane Zildian odiaba más en el mundo era ver pelear a sus hermanas. Si no estaban entrenando, nunca se lastimarían, estaba segura. Pero discutían como si tuvieran ganas de matarse. Incluso lo afirmaban, amenazantes. Pero qué difícil es soportar los insultos, chantajes, mentiras y muchos, pero muchos gritos.
—Ella no tuvo la culpa de nada —respondió Nigrette, furiosa, que había bajado al subterráneo, donde tenían las celdas. —En dado caso, enciérrenme a mí. Yo di la orden de disparar.
—Sabemos que todo esto fue tu culpa —respondió Nutasha con voz profunda e inquebrantable. —Pero te dolerá más saber que Nekane pagará las consecuencias por tu imprudencia.
Nekane no quería preocupar más a Nigrette, pero Nutasha le había prohibido decirle que los grilletes no estaban apretados, que tan pronto llegó el primer prisionero, la sacaron de la celda y la dejaron ahí, sentada en un camastro, supuestamente esposada en la entrada del cuartito que usarían para interrogar a los usurpadores. Ellos sí que estarían amontonados en la celda. Habían sido tres. Nymera trajo a un grandulón calvo y moreno, llegó sedado y estuvo roncando profundamente hasta hacía unas pocas horas. Naryanna trajo un arquero que, a juzgar por su fisionomía, debía tener la misma edad de Ib. Y, por último, una incursión en conjunto de Nymera y Naryanna dio como resultado una druida maniatada. Ella es astuta —señaló Naryanna cuando la trajo. La habían cautivado esos labios negros y unos ojos que parecían tomar nota de todo lo que veían. Seguramente no habrá pasado desapercibido ante ellos que la asesina de su líder estaba detenida. Según las pláticas de sus hermanas, habían visto que dos corrieron al Puerto para revivir al sujeto de las cejotas. Nekane recordó el tiro. Fue un gran tiro, por desgracia. Si no había sorpresas, sólo tenían que capturar a uno más. Lo habían buscado por todas partes.
Nutasha había sido amable con todos. Aunque tiene la boca de marinero, su corazón es tan sensible como el de un pollito. Le había traído una rebanada de pastel de zanahoria a cada uno y los desencantó para que pudieran comer cuando era hora. Le trajo un libro de caballería a Nekane y se aseguró que los prisioneros tuvieran agua fresca y fría. Lo único que no les proporcionó en la diminuta celda fue libre movimiento, palabra y comodidad, pues cuando Nutasha volvía a recitar el conjuro, los dejaba semipetrificados, como unos capullos contra la pared.
—Mantente atenta por si aparece ese hechicero, pero no muevas un dedo sin avisarme antes.
—Entiendo—respondió Nigrette amargamente, con los ojos hinchados y con la voz quebradiza. La destrozaba ver a su hermana sufriendo.
—Tenemos trabajo qué hacer. Vete de aquí —ordenó Naryanna y su hermana subió silenciosamente las escaleras que daban al recibidor del Árbol.
—Muy bien. Es momento de aclarar algunas dudas —dijo Nut, dirigiéndose a los prisioneros. —La muerte de su líder fue una negligencia de mi parte, lo admito. Mis hermanas son muy temperamentales y su capitán es un bocazas. Una combinación explosiva y desastrosa. Comprendan que estoy intentando ser tan civilizada como puedo —Nutasha fue liberándolos poco a poco con su voz, deshaciendo el conjuro que los petrificaba. —Sólo se los pediré una vez. Si alguno de ustedes está listo para el diálogo, parpadee cuarenta y dos veces. Bien —dijo. Nekane, nunca entendió por qué le gustaba hacer ese tipo de excentricidades—, parece que tenemos una ganadora.
Su hermana mayor regresó con la druida, aun maniatada, avanzaba con pasos cortos y lentos gracias a los grilletes sellados con un hechizo. Le ofreció una silla y la ayudó a sentarse. Nutasha agitó la muñeca derecha y luego hizo una secuencia minuciosa pero rápida con los dedos de la misma mano. La druida por fin pudo separar los labios. Pero en vez de hablar, miró alrededor de ella, como si intentara comprender todo lo que había escuchado de la plática de aquellas hermanas y lo que pudo ver. Sus ojos se detuvieron en una botella abierta sobre la mesa y Nutasha no pasó eso por alto.
—Quiero ese ron —dijo la druida. Nekane quedó impactada con su voz. Era hermosa, casi celestial: potente, directa y seca.
Nutasha encontró divertida la petición. Tomó una de las llaves de su cinturón, primero le quitó uno a uno los grilletes de las manos y cuando se liberó, Gardenerella tomó la botella y le pegó un trago ejemplar. Nekane encontró por lo menos curioso el hecho de que la prisionera no haya tenido las manos entumidas o débiles después permanecer atadas tantas horas.
—¿Ustedes nos habrían tratado igual si nosotras fuéramos las prisioneras?
Nutasha pidió la botella con un ademán y dio un trago.
—Depende —admitió con ecuanimidad. —Mataron a nuestro líder. No sé qué hubiéramos decidido como grupo. Pero yo no tengo piedad con los ladrones.
Nutasha la miró con una firmeza admirable. Luego le regresó el ron y se arrodilló ante la druida para desatarle los grilletes. Nekane tuvo un mal presentimiento. Nutasha estaba exponiéndose más de la cuenta.
—Pero parece que ustedes no son ladronas —aclaró la prisionera.
—Estás en lo correcto —comentó Nutasha sin alzar la vista. Concentrada en la laboriosa tarea de buscar la llave de cada cerrojo.
—¿Y qué habrían hecho ustedes si nosotros hubiéramos matado a uno de los suyos?
Nutasha terminó de liberarla antes de responder. Alzó la vista y mostró sus ojos verdes, fríos, asesinos, de reptil dispuesto a todo.
—Por favor. Ustedes son ungidos. No nos comparen. Si alguno de ustedes hubiera dañado a mis hermanas, yo misma los hubiera ejecutado uno a uno.
—Tú debes ser Gardenerella —Nutasha alzó la botella y la encontró vacía. Pareció cavilar por un segundo mientras estudiaba a Gardenerella y luego se decidió. —Mi nombre es Nutasha. Nutasha Zildian —los ojos de Gardenerella que hasta entonces habían sido imperturbables, por fin cambiaron. Se abrieron y después tragó saliva disimuladamente. Esa expresión que la druida se esforzaba por disimular ¿era acaso miedo? Nekane no lo pudo saber a ciencia cierta, pero Nutasha también la detectó. —No me veas así, no es mi intención menospreciarte u ofenderte. Lo que quiero es hacerte una propuesta: Vayamos arriba. Hablemos tú, mi hermana y yo, con una botella cada una, necesito que me digas de una buena vez si es verdad que comprometieron la seguridad del Árbol. Y tú, Nekane, desde aquí parece que tus esposas están flojas, póntelas de una vez, cuando Nigrette la vea ella seguro vendrá a liberarte. Y dime, Gardenerella —dijo, poniéndose de pie e indicándole lo mismo a la druida—. Ese hechicero ¿qué tan peligroso es?
—Es un demonio —respondió lacónica, antes de subir las escaleras por detrás de Nutasha.
Nekane sintió un nudo en el estómago. Si esa hermosa mujer hubiera estado al frente, ¿qué habría pasado? Parecía sensata, pero ¿Nigrette también le hubiera ordenado que le disparara?
Pensó esto durante mientras esperaba a Nigrette. Habían pasado más de un par de horas cuando una voz ronca rompió el silencio.
—¿Quién vive?
La alarma no había sonado y alguien abrió la puerta. Nekane reconoció esa voz y pensó en subir. No quiso desobedecer a Nutasha, pero tampoco quiso quedarse ahí. así que se asomó discretamente por las escaleras.
Vio a Ib Ging, que abrió la puerta principal y no iba solo, afuera estaban varias personas. Los oía murmurar, pero sólo pudo distinguir al sujeto de cabello largo y descuidado que entró detrás de él. Ese mentón rectangular y firme, amenazado por una incipiente y salvaje barba. Le daba gusto que hubieran alcanzado a revivirlo.
—Todo mundo entre —ordenó.
Nekane era muy tímida y regresó a esposarse, esta vez en serio. Estaba un poco nerviosa. No sabía cómo reaccionaría Nigrette ante esto.
Cerró los ojos y esperó a que viniera.
Esperó.
Esperó.
Y se quedó esperando.
La casa huele a la flor de los muertos. Ya la buscó en el jardín, en los dormitorios, en cada habitación, bodega y hasta en las celdas. No aparece por ningún lugar. A Nobi todo esto le da mucho miedo. Tenía que encontrarlas antes de la tercera puesta del sol. Pero Nigrette echaba fuego por los ojos y Nymera no aparecía. En su casa hay muchos rostros nuevos y todos están sucios, tienen hambre y están cansados. Las voces nuevas la marean. Quisiera que todas sus hermanas estuvieran juntas y así permanecieran por siempre. Así no tendría esa helada incertidumbre. Así las podría cuidar a todas.
Alguien se acercó a ella. Huele a casa.
—Hace tiempo que no nos vemos, Topo ¿me trajiste algún regalo?
—Sí, y si usaras tus lentes podrías verlo.
—Ya lo he visto todo.
—¿Ya viste todo lo que hay por ver?
—Sí, todo. Árboles, ríos y hasta las hojas de sauces llorones. Incluso he visto cataratas y elefantes. Todo gracias a Neem.
Topo es incrédulo. Siempre ha sido así. Por desgracia necesita comprobarlo todo con sus ojos. Pero los ojos de un topo no están hechos para ver el cielo.
—No has visto a mis compañeros, ellos han venido para apoyarnos
—¿También el hombre atado?
—No, él no —admitió—. Él es nuestro prisionero.
—Entonces él es mi regalo.
—¡No, nada de eso, Nobi!
Pobre Topo, creyó que era una pregunta.
—Estamos en apuros y necesitamos de tu ayuda. —Se arrodilló frente a ella. Eso le place más de lo que a ella le gustaría. Aunque sea Topo quien se arrodilla. Pobre Topo, cree que la ciega es ella. Sus caras están cerca. Nobi puede ver ese ojo de esmeralda resignada y triste, esculpido con amor por manos oscuras.
—Un amigo mío está bajo un conjuro y necesita tu ayuda —la sostuvo de las manos. Las sentía callosas y frías. Se le mojaron los ojos.
—Topo, por más que lo intente no podría. El hombre puede volver a ser hombre. Yo puedo ayudarlo. Pero no antes de la tercera puesta del sol. Y tú tampoco. Debo estar para mis hermanas. Y tú también. Necesito a Neem, porque yo no podré hacerlo sola. Pero no aparece por ningún lado. ¿Cómo voy a estar ahí para ella si ella no está aquí para mí?
Topo le dijo algo a la mujer de labios negros, quien advirtió a todo mundo. Pero nadie puede correr del huracán de fuego; no hay dónde esconderse.
Topo fue con Nobi porque ella lo necesitaba y no al revés. Parece que por fin entendió que no hay más ciego que el que no quiere ver. Los dos soles se han puesto. Lástima que el ojo de Topo no estará para ver el tercero.
El hombre con voz de diablo por fin habló. Una sensación familiar la envuelve, como un río cálido que susurra palabras reconfortantes. Topo se ha ido. Pero no tardará en volver. Traerá consigo a Nigrette y a Neem.
—Perdón por esto, Topo —dijo melancólica en cuanto el aroma a cempoal regresó.
Tomó la mano de Neem y lo pudo oír con claridad. Era el Árbol.
«¿Es a mí a quién buscas, anciano nudoso?». El olor a tierra oscura y profunda inundó sus pulmones y le hizo cosquillas. «El huracán de fuego está cerca. Si me dejas, prometo que voy a ayudarte. Abrásame —le ordenó al fuego cuando llegó—, que yo te abrazaré —le susurró al Árbol». Y así lo hizo.
Nutasha había llegado demasiado lejos. Se había pavoneado frente a ella mientras caminaba con esa usurpadora. Primero pensó que, si de esas se trataba, liberaría a Nekane, pero prefirió dejarlas seguir con su farsa. Después de todo, había cometido un error y tenía que redimirse. Tenía planeado hacer lo que no había hecho hasta ese momento: dialogar.
Salió del Árbol cuidándose de que nadie se percatara y corrió a toda prisa rumbo al norte, donde sospechaba que podía estar ocultándose ese mago. Quería capturarlo vivo y sin dañarlo, a manera de disculpa para sus hermanas, que eran lo más importante de su vida.
Se sentía contenta de correr entre la selva. Ahí fue donde ella aprendió de verdad a cazar. La selva está en constante cambio, siempre es una aventura nueva. Igual que ella. Se siente confiada de luchar ahí. Siente una inquebrantable determinación. Mostrará lo que vale.
Por fin encontró lo que había buscado. Su segundo árbol favorito. El menara, el más alto de Tiquanda. Más de seiscientos metros de altura y según su padre, todavía le quedaba media vida por delante. Trepó hasta la mitad. Caminó por una de sus ramas nodosas y se hincó, asiéndose a la rama con delicadeza. Cerró los ojos y musitó una oración antigua y desconocida. Ofreció dos gotas del hierro de su sangre y después abrazó al menara.
Recordaba el hechizo más enredoso de lo que en verdad era. Había cambiado la polaridad en un radio de cien kilómetros por una milésima de segundo. Algo que sólo unas cuantas aves podrían percibir. Sin embargo, un hechicero que se sabe perseguido lo detectaría si tenía media vela por cerebro.
Esperó más varias horas y no tuvo una señal, sino a una corazonada llegó a ella cuando vio al primer sol ponerse. Y sencillamente se dejó caer. Medio segundo antes de estrellarse contra el piso, recitó exani hur up y una corriente de aire celestial la envolvió, intentando elevarla por los aires. El resultado fue como aterrizar en un almohadón de plumas. Cuando la nube de polvo y hojarasca se disipó a su alrededor, se dio cuenta que frente a ella estaba a quien había ido a buscar.
Acababa de confirmar dos teorías: que al menos debía tener setenta años y su cuerpo enjuto era mucho más resistente de lo que aparentaba. En su mano derecha sostenía una vara y antes siquiera de parpadear, hizo que ardiera en una llama roja y ardiente que llegó incluso a calentar el aire que ella respiraba. Se atacaron antes de parpadear.
Imposible determinar el primero que hirió al otro. Los dos se abalanzaron como leones soltando furiosos zarpazos y tras separarse, ambos sangraban. El mago tenía un río de sangre emanando de su boca que lo hacía parecer más aterrador. A Nigrette le dolía el abdomen y se tocó para ver la gravedad de la herida, pero había intentado freírle el hígado. Podría seguir peleando, pero hasta ese momento entendió la desventaja que tenía frente a grandísimo hijo de puta. Él estaba dispuesto a matarla, mientras que ella se había propuesto capturarlo con vida. Se arrepintió y pensó que huir sería lo más sensato, con dos o tres de sus hermanas podrían apresarlo. Pero eso equivaldría a darle la espalda por un segundo. ¿Sería suficiente para que pudiera huir?
Cuando saltó lo hizo con todas sus fuerzas, pero una pared de fuego se alzó ante ella. Como un reflejo, cambió de dirección y otra le cortó el paso. No tuvo tiempo de buscar una tercera salida. El hechicero lanzó un silencioso ataque y sintió en su espalda un golpe fuerte, como si una bala de cañón la hubiera alcanzado. Si no hubiera estado envuelta en su energía espiritual, el impacto la habría partido en dos. El hechicero atacó nuevamente, ahora con una llamarada que ella prefirió esquivar. Recibió otro disparo, esta vez en el pecho, luego otro y después otro. Este último la arrojó contra el tronco del menara. Estaba acorralada. El hechicero la hubiera matado si Nymera no lo hubiera atacado por la espalda. Forcejearon hasta que el desgraciado la tiró contra el piso. Ella lo atacó como si fuera un animal salvaje. Lo mordió en el antebrazo y no lo soltó hasta que se desprendió con un bocado de carne. El hechicero retrocedió por el dolor y le disparó con una runa que había empuñado en la mano siniestra. Nigrette se aterrorizó por la precisión del ataque. No conocía a muchos magos capaces de disparar con ambas manos.
Neem no pudo esquivarlo y recibió el impacto de lleno en el abdomen. Ya no había tercera opción, eran ellas o él. Nigrette saltó entre las llamas y apuntó una runa para curar las heridas de Neem. La pequeña que recibió un doble impacto, un alivio y una herida. Nigrette notó que Anuman había perdido su manto espiritual durante un segundo y disparó de lleno apuntándole al hombro. Se lo destrozó del impacto y su brazo izquierdo cayó como la rama de un árbol. Nigrette lo atacó de frente y el viejo, aunque había sido desmembrado se defendió con una ferocidad intimidante. Pudo repeler los estoques mortales de Nigrette y lanzar aún así, dos ataques a Nymera. Quien, por fortuna, se había sanado a sí misma y estaba lista para unirse a la batalla.
Nigrette sabía que incluso una fracción de segundo le bastaría al hechicero para sanar su hemorragia si usaba una runa sanadora. Ella no estaba dispuesta a permitírselo. Naryanna saltó hacia el mago para asirse de su pierna, pero él se la quitó de encima con un golpe ardiente. Neem, en vez de regresar a la batalla, aprovechó el instante para lanzar una runa sobre Anuman, quien quedó paralizado. Nigrette no dejó pasar el momento. Disparó una runa a la pierna derecha del hechicero y la desarticuló, haciéndolo caer como un maniquí roto. En el piso le disparó a la otra y le quitó la pierna que le quedaba. Dudó en arrancarle su última extremidad. La pérdida de sangre lo mataría.
Y por desgracia, esa vacilación fue el error que Anuman estuvo esperando para ejecutar su movida ganadora. El hechicero la venció con un hechizo tan simple que ella se sintió como una tonta. Era el mismo que había usado ella cuando se dejó caer del árbol, ese que tomaba sólo una fracción de segundo para ser lanzado. La superó en velocidad, ella apenas lo estaba apuntando con la runa. Salió volando por los aires como una hoja que el viento eleva por casualidad. Con la mano que le quedaba tomó una runa y se curó el brazo restante, lejos de intentar recuperarse más, con el medio tronco que le quedaba bastó para iniciar el apocalipsis: hizo una secuencia prohibida. Una que los dioses habían condenado. La hizo con una maestría terrorífica. Vio las estrellas asomándose por su espalda y luego ese par de ojos blancos que le recordaron a los de Nobi.
Anuman dejó salir un grito grave, lento y ensordecedor como una placa tectónica. Era el canto grotesco de un demonio. Cubrió a Nym con su cuerpo que era todo lo que tenía. Volteó para ver cómo ese diablo conjuraba el fuego del infierno sobre el menare, sobre ellas. Estaban bajo una mancha roja y ardiente que se expandía por el cielo y de la que no podrían escapar. El hechicero estaba coronando con llamas a la selva de Tiquanda. Cerró los ojos y se apretó contra su hermana. Sintió que ardían, después sintió un abrazo que olía las flores favoritas de Naryanna. Y, por último, se dejó envolver por la calidez de Nobi. Estaba muerta o soñando. Daba lo ºmismo. No entendía lo que estaba pasando. Lloró en silencio y cerró los ojos, ansiando despertar.
Lo único que recordará con claridad será la madrugada, Nutasha le cantaba una dulce melodía, mientras la velaba. Esa tenue luz roja le acariciaba el rostro y la hacían verse más hermosa que nunca.
*******
Nota del autor
Las redes oscuras está en sus últimos capítulos y la próxima entrega serán la última del libro. Si alguno ha llegado hasta aquí me gustaría agradecer infinitamente su paciencia y dedicación. Escribí esta historia porque así soy yo, escribo las cosas que se me ocurren y se me ocurren muchas cuando juego Tibia. Veo en los números de las vistas del foro que al menos hay un par de interesados que echan un ojo de vez en cuando a estas palabras (espero que no sean bots, y si sí, los saludo con cariño). Pienso que sería bueno dedicarles unas palabras de reconocimiento hacia ustedes. Me gustaría también saludar a un par de personas que sé que vienen a explorar las aventuras que se me ocurren (maestra, qué onda), Flo, ¿sigues acá). Agradezco también a mi editor que me empuja a publicar esta historia que decidí publicar aquí porque no hay ningún otro espacio donde quepa este contenido (aunque estoy en pláticas para publicar en otra página).
Quiero comentar que la fortaleza más grande de Tibia está en sus gráficos, que aprovechan un 10% del hardware y 90% de la imaginación de los jugadores. Pero la diversión de este mundo reside en la gente que conoces en él y con los amigos con los que vives las aventuras. Ninguna quest sale como debería y cuando sale bien, nadie la recuerda. Esta historia se me ocurrió por y para mis amigos. Mis interacciones en Tibia son las que nutren este río de capítulos. La historia está pensada para contarse en tres libros. Lo que publiqué aquí es el primer volumen. El huracán de fuego será el título del segundo y decidí llamar Armagedón al tercero. Espero publicar El huracán de fuego este mismo año. Sin embargo, tengo algunas narraciones breves sobre este mundo que iré soltando de vez en cuando. En los próximos capítulos dejaré vínculos a los lugares de dicha publicación.
Saludos,
Val
LAS REDES OSCURAS
- Capítulo 0: https://youtu.be/wU4t09EWVq8?si=ryJVWwhl0ZaHQ70T
- Capítulo 1: https://youtu.be/fhyesVFlLVI?si=lgDe1mQLNqMkzDmS
- Capítulo 2: https://youtu.be/blnwlIt4H-s?si=Zlu5CoE85LVS3SD0
- Capítulo 3: https://youtu.be/Mpyd94YoB-A?si=GIislHSlZryXVt_z
- Capítulo 4: https://youtu.be/8i3kF8A3tS8?si=B_u_zscVh3kdrA6_
- Capítulo 5: https://youtu.be/_mGz7fEVZSI?si=d5Wvp4v6BSUlRwfM
Lo que Nekane Zildian odiaba más en el mundo era ver pelear a sus hermanas. Si no estaban entrenando, nunca se lastimarían, estaba segura. Pero discutían como si tuvieran ganas de matarse. Incluso lo afirmaban, amenazantes. Pero qué difícil es soportar los insultos, chantajes, mentiras y muchos, pero muchos gritos.
—Ella no tuvo la culpa de nada —respondió Nigrette, furiosa, que había bajado al subterráneo, donde tenían las celdas. —En dado caso, enciérrenme a mí. Yo di la orden de disparar.
—Sabemos que todo esto fue tu culpa —respondió Nutasha con voz profunda e inquebrantable. —Pero te dolerá más saber que Nekane pagará las consecuencias por tu imprudencia.
Nekane no quería preocupar más a Nigrette, pero Nutasha le había prohibido decirle que los grilletes no estaban apretados, que tan pronto llegó el primer prisionero, la sacaron de la celda y la dejaron ahí, sentada en un camastro, supuestamente esposada en la entrada del cuartito que usarían para interrogar a los usurpadores. Ellos sí que estarían amontonados en la celda. Habían sido tres. Nymera trajo a un grandulón calvo y moreno, llegó sedado y estuvo roncando profundamente hasta hacía unas pocas horas. Naryanna trajo un arquero que, a juzgar por su fisionomía, debía tener la misma edad de Ib. Y, por último, una incursión en conjunto de Nymera y Naryanna dio como resultado una druida maniatada. Ella es astuta —señaló Naryanna cuando la trajo. La habían cautivado esos labios negros y unos ojos que parecían tomar nota de todo lo que veían. Seguramente no habrá pasado desapercibido ante ellos que la asesina de su líder estaba detenida. Según las pláticas de sus hermanas, habían visto que dos corrieron al Puerto para revivir al sujeto de las cejotas. Nekane recordó el tiro. Fue un gran tiro, por desgracia. Si no había sorpresas, sólo tenían que capturar a uno más. Lo habían buscado por todas partes.
Nutasha había sido amable con todos. Aunque tiene la boca de marinero, su corazón es tan sensible como el de un pollito. Le había traído una rebanada de pastel de zanahoria a cada uno y los desencantó para que pudieran comer cuando era hora. Le trajo un libro de caballería a Nekane y se aseguró que los prisioneros tuvieran agua fresca y fría. Lo único que no les proporcionó en la diminuta celda fue libre movimiento, palabra y comodidad, pues cuando Nutasha volvía a recitar el conjuro, los dejaba semipetrificados, como unos capullos contra la pared.
—Mantente atenta por si aparece ese hechicero, pero no muevas un dedo sin avisarme antes.
—Entiendo—respondió Nigrette amargamente, con los ojos hinchados y con la voz quebradiza. La destrozaba ver a su hermana sufriendo.
—Tenemos trabajo qué hacer. Vete de aquí —ordenó Naryanna y su hermana subió silenciosamente las escaleras que daban al recibidor del Árbol.
—Muy bien. Es momento de aclarar algunas dudas —dijo Nut, dirigiéndose a los prisioneros. —La muerte de su líder fue una negligencia de mi parte, lo admito. Mis hermanas son muy temperamentales y su capitán es un bocazas. Una combinación explosiva y desastrosa. Comprendan que estoy intentando ser tan civilizada como puedo —Nutasha fue liberándolos poco a poco con su voz, deshaciendo el conjuro que los petrificaba. —Sólo se los pediré una vez. Si alguno de ustedes está listo para el diálogo, parpadee cuarenta y dos veces. Bien —dijo. Nekane, nunca entendió por qué le gustaba hacer ese tipo de excentricidades—, parece que tenemos una ganadora.
Su hermana mayor regresó con la druida, aun maniatada, avanzaba con pasos cortos y lentos gracias a los grilletes sellados con un hechizo. Le ofreció una silla y la ayudó a sentarse. Nutasha agitó la muñeca derecha y luego hizo una secuencia minuciosa pero rápida con los dedos de la misma mano. La druida por fin pudo separar los labios. Pero en vez de hablar, miró alrededor de ella, como si intentara comprender todo lo que había escuchado de la plática de aquellas hermanas y lo que pudo ver. Sus ojos se detuvieron en una botella abierta sobre la mesa y Nutasha no pasó eso por alto.
—Quiero ese ron —dijo la druida. Nekane quedó impactada con su voz. Era hermosa, casi celestial: potente, directa y seca.
Nutasha encontró divertida la petición. Tomó una de las llaves de su cinturón, primero le quitó uno a uno los grilletes de las manos y cuando se liberó, Gardenerella tomó la botella y le pegó un trago ejemplar. Nekane encontró por lo menos curioso el hecho de que la prisionera no haya tenido las manos entumidas o débiles después permanecer atadas tantas horas.
—¿Ustedes nos habrían tratado igual si nosotras fuéramos las prisioneras?
Nutasha pidió la botella con un ademán y dio un trago.
—Depende —admitió con ecuanimidad. —Mataron a nuestro líder. No sé qué hubiéramos decidido como grupo. Pero yo no tengo piedad con los ladrones.
Nutasha la miró con una firmeza admirable. Luego le regresó el ron y se arrodilló ante la druida para desatarle los grilletes. Nekane tuvo un mal presentimiento. Nutasha estaba exponiéndose más de la cuenta.
—Pero parece que ustedes no son ladronas —aclaró la prisionera.
—Estás en lo correcto —comentó Nutasha sin alzar la vista. Concentrada en la laboriosa tarea de buscar la llave de cada cerrojo.
—¿Y qué habrían hecho ustedes si nosotros hubiéramos matado a uno de los suyos?
Nutasha terminó de liberarla antes de responder. Alzó la vista y mostró sus ojos verdes, fríos, asesinos, de reptil dispuesto a todo.
—Por favor. Ustedes son ungidos. No nos comparen. Si alguno de ustedes hubiera dañado a mis hermanas, yo misma los hubiera ejecutado uno a uno.
—Tú debes ser Gardenerella —Nutasha alzó la botella y la encontró vacía. Pareció cavilar por un segundo mientras estudiaba a Gardenerella y luego se decidió. —Mi nombre es Nutasha. Nutasha Zildian —los ojos de Gardenerella que hasta entonces habían sido imperturbables, por fin cambiaron. Se abrieron y después tragó saliva disimuladamente. Esa expresión que la druida se esforzaba por disimular ¿era acaso miedo? Nekane no lo pudo saber a ciencia cierta, pero Nutasha también la detectó. —No me veas así, no es mi intención menospreciarte u ofenderte. Lo que quiero es hacerte una propuesta: Vayamos arriba. Hablemos tú, mi hermana y yo, con una botella cada una, necesito que me digas de una buena vez si es verdad que comprometieron la seguridad del Árbol. Y tú, Nekane, desde aquí parece que tus esposas están flojas, póntelas de una vez, cuando Nigrette la vea ella seguro vendrá a liberarte. Y dime, Gardenerella —dijo, poniéndose de pie e indicándole lo mismo a la druida—. Ese hechicero ¿qué tan peligroso es?
—Es un demonio —respondió lacónica, antes de subir las escaleras por detrás de Nutasha.
Nekane sintió un nudo en el estómago. Si esa hermosa mujer hubiera estado al frente, ¿qué habría pasado? Parecía sensata, pero ¿Nigrette también le hubiera ordenado que le disparara?
Pensó esto durante mientras esperaba a Nigrette. Habían pasado más de un par de horas cuando una voz ronca rompió el silencio.
—¿Quién vive?
La alarma no había sonado y alguien abrió la puerta. Nekane reconoció esa voz y pensó en subir. No quiso desobedecer a Nutasha, pero tampoco quiso quedarse ahí. así que se asomó discretamente por las escaleras.
Vio a Ib Ging, que abrió la puerta principal y no iba solo, afuera estaban varias personas. Los oía murmurar, pero sólo pudo distinguir al sujeto de cabello largo y descuidado que entró detrás de él. Ese mentón rectangular y firme, amenazado por una incipiente y salvaje barba. Le daba gusto que hubieran alcanzado a revivirlo.
—Todo mundo entre —ordenó.
Nekane era muy tímida y regresó a esposarse, esta vez en serio. Estaba un poco nerviosa. No sabía cómo reaccionaría Nigrette ante esto.
Cerró los ojos y esperó a que viniera.
Esperó.
Esperó.
Y se quedó esperando.
La casa huele a la flor de los muertos. Ya la buscó en el jardín, en los dormitorios, en cada habitación, bodega y hasta en las celdas. No aparece por ningún lugar. A Nobi todo esto le da mucho miedo. Tenía que encontrarlas antes de la tercera puesta del sol. Pero Nigrette echaba fuego por los ojos y Nymera no aparecía. En su casa hay muchos rostros nuevos y todos están sucios, tienen hambre y están cansados. Las voces nuevas la marean. Quisiera que todas sus hermanas estuvieran juntas y así permanecieran por siempre. Así no tendría esa helada incertidumbre. Así las podría cuidar a todas.
Alguien se acercó a ella. Huele a casa.
—Hace tiempo que no nos vemos, Topo ¿me trajiste algún regalo?
—Sí, y si usaras tus lentes podrías verlo.
—Ya lo he visto todo.
—¿Ya viste todo lo que hay por ver?
—Sí, todo. Árboles, ríos y hasta las hojas de sauces llorones. Incluso he visto cataratas y elefantes. Todo gracias a Neem.
Topo es incrédulo. Siempre ha sido así. Por desgracia necesita comprobarlo todo con sus ojos. Pero los ojos de un topo no están hechos para ver el cielo.
—No has visto a mis compañeros, ellos han venido para apoyarnos
—¿También el hombre atado?
—No, él no —admitió—. Él es nuestro prisionero.
—Entonces él es mi regalo.
—¡No, nada de eso, Nobi!
Pobre Topo, creyó que era una pregunta.
—Estamos en apuros y necesitamos de tu ayuda. —Se arrodilló frente a ella. Eso le place más de lo que a ella le gustaría. Aunque sea Topo quien se arrodilla. Pobre Topo, cree que la ciega es ella. Sus caras están cerca. Nobi puede ver ese ojo de esmeralda resignada y triste, esculpido con amor por manos oscuras.
—Un amigo mío está bajo un conjuro y necesita tu ayuda —la sostuvo de las manos. Las sentía callosas y frías. Se le mojaron los ojos.
—Topo, por más que lo intente no podría. El hombre puede volver a ser hombre. Yo puedo ayudarlo. Pero no antes de la tercera puesta del sol. Y tú tampoco. Debo estar para mis hermanas. Y tú también. Necesito a Neem, porque yo no podré hacerlo sola. Pero no aparece por ningún lado. ¿Cómo voy a estar ahí para ella si ella no está aquí para mí?
Topo le dijo algo a la mujer de labios negros, quien advirtió a todo mundo. Pero nadie puede correr del huracán de fuego; no hay dónde esconderse.
Topo fue con Nobi porque ella lo necesitaba y no al revés. Parece que por fin entendió que no hay más ciego que el que no quiere ver. Los dos soles se han puesto. Lástima que el ojo de Topo no estará para ver el tercero.
El hombre con voz de diablo por fin habló. Una sensación familiar la envuelve, como un río cálido que susurra palabras reconfortantes. Topo se ha ido. Pero no tardará en volver. Traerá consigo a Nigrette y a Neem.
—Perdón por esto, Topo —dijo melancólica en cuanto el aroma a cempoal regresó.
Tomó la mano de Neem y lo pudo oír con claridad. Era el Árbol.
«¿Es a mí a quién buscas, anciano nudoso?». El olor a tierra oscura y profunda inundó sus pulmones y le hizo cosquillas. «El huracán de fuego está cerca. Si me dejas, prometo que voy a ayudarte. Abrásame —le ordenó al fuego cuando llegó—, que yo te abrazaré —le susurró al Árbol». Y así lo hizo.
Nutasha había llegado demasiado lejos. Se había pavoneado frente a ella mientras caminaba con esa usurpadora. Primero pensó que, si de esas se trataba, liberaría a Nekane, pero prefirió dejarlas seguir con su farsa. Después de todo, había cometido un error y tenía que redimirse. Tenía planeado hacer lo que no había hecho hasta ese momento: dialogar.
Salió del Árbol cuidándose de que nadie se percatara y corrió a toda prisa rumbo al norte, donde sospechaba que podía estar ocultándose ese mago. Quería capturarlo vivo y sin dañarlo, a manera de disculpa para sus hermanas, que eran lo más importante de su vida.
Se sentía contenta de correr entre la selva. Ahí fue donde ella aprendió de verdad a cazar. La selva está en constante cambio, siempre es una aventura nueva. Igual que ella. Se siente confiada de luchar ahí. Siente una inquebrantable determinación. Mostrará lo que vale.
Por fin encontró lo que había buscado. Su segundo árbol favorito. El menara, el más alto de Tiquanda. Más de seiscientos metros de altura y según su padre, todavía le quedaba media vida por delante. Trepó hasta la mitad. Caminó por una de sus ramas nodosas y se hincó, asiéndose a la rama con delicadeza. Cerró los ojos y musitó una oración antigua y desconocida. Ofreció dos gotas del hierro de su sangre y después abrazó al menara.
Recordaba el hechizo más enredoso de lo que en verdad era. Había cambiado la polaridad en un radio de cien kilómetros por una milésima de segundo. Algo que sólo unas cuantas aves podrían percibir. Sin embargo, un hechicero que se sabe perseguido lo detectaría si tenía media vela por cerebro.
Esperó más varias horas y no tuvo una señal, sino a una corazonada llegó a ella cuando vio al primer sol ponerse. Y sencillamente se dejó caer. Medio segundo antes de estrellarse contra el piso, recitó exani hur up y una corriente de aire celestial la envolvió, intentando elevarla por los aires. El resultado fue como aterrizar en un almohadón de plumas. Cuando la nube de polvo y hojarasca se disipó a su alrededor, se dio cuenta que frente a ella estaba a quien había ido a buscar.
Acababa de confirmar dos teorías: que al menos debía tener setenta años y su cuerpo enjuto era mucho más resistente de lo que aparentaba. En su mano derecha sostenía una vara y antes siquiera de parpadear, hizo que ardiera en una llama roja y ardiente que llegó incluso a calentar el aire que ella respiraba. Se atacaron antes de parpadear.
Imposible determinar el primero que hirió al otro. Los dos se abalanzaron como leones soltando furiosos zarpazos y tras separarse, ambos sangraban. El mago tenía un río de sangre emanando de su boca que lo hacía parecer más aterrador. A Nigrette le dolía el abdomen y se tocó para ver la gravedad de la herida, pero había intentado freírle el hígado. Podría seguir peleando, pero hasta ese momento entendió la desventaja que tenía frente a grandísimo hijo de puta. Él estaba dispuesto a matarla, mientras que ella se había propuesto capturarlo con vida. Se arrepintió y pensó que huir sería lo más sensato, con dos o tres de sus hermanas podrían apresarlo. Pero eso equivaldría a darle la espalda por un segundo. ¿Sería suficiente para que pudiera huir?
Cuando saltó lo hizo con todas sus fuerzas, pero una pared de fuego se alzó ante ella. Como un reflejo, cambió de dirección y otra le cortó el paso. No tuvo tiempo de buscar una tercera salida. El hechicero lanzó un silencioso ataque y sintió en su espalda un golpe fuerte, como si una bala de cañón la hubiera alcanzado. Si no hubiera estado envuelta en su energía espiritual, el impacto la habría partido en dos. El hechicero atacó nuevamente, ahora con una llamarada que ella prefirió esquivar. Recibió otro disparo, esta vez en el pecho, luego otro y después otro. Este último la arrojó contra el tronco del menara. Estaba acorralada. El hechicero la hubiera matado si Nymera no lo hubiera atacado por la espalda. Forcejearon hasta que el desgraciado la tiró contra el piso. Ella lo atacó como si fuera un animal salvaje. Lo mordió en el antebrazo y no lo soltó hasta que se desprendió con un bocado de carne. El hechicero retrocedió por el dolor y le disparó con una runa que había empuñado en la mano siniestra. Nigrette se aterrorizó por la precisión del ataque. No conocía a muchos magos capaces de disparar con ambas manos.
Neem no pudo esquivarlo y recibió el impacto de lleno en el abdomen. Ya no había tercera opción, eran ellas o él. Nigrette saltó entre las llamas y apuntó una runa para curar las heridas de Neem. La pequeña que recibió un doble impacto, un alivio y una herida. Nigrette notó que Anuman había perdido su manto espiritual durante un segundo y disparó de lleno apuntándole al hombro. Se lo destrozó del impacto y su brazo izquierdo cayó como la rama de un árbol. Nigrette lo atacó de frente y el viejo, aunque había sido desmembrado se defendió con una ferocidad intimidante. Pudo repeler los estoques mortales de Nigrette y lanzar aún así, dos ataques a Nymera. Quien, por fortuna, se había sanado a sí misma y estaba lista para unirse a la batalla.
Nigrette sabía que incluso una fracción de segundo le bastaría al hechicero para sanar su hemorragia si usaba una runa sanadora. Ella no estaba dispuesta a permitírselo. Naryanna saltó hacia el mago para asirse de su pierna, pero él se la quitó de encima con un golpe ardiente. Neem, en vez de regresar a la batalla, aprovechó el instante para lanzar una runa sobre Anuman, quien quedó paralizado. Nigrette no dejó pasar el momento. Disparó una runa a la pierna derecha del hechicero y la desarticuló, haciéndolo caer como un maniquí roto. En el piso le disparó a la otra y le quitó la pierna que le quedaba. Dudó en arrancarle su última extremidad. La pérdida de sangre lo mataría.
Y por desgracia, esa vacilación fue el error que Anuman estuvo esperando para ejecutar su movida ganadora. El hechicero la venció con un hechizo tan simple que ella se sintió como una tonta. Era el mismo que había usado ella cuando se dejó caer del árbol, ese que tomaba sólo una fracción de segundo para ser lanzado. La superó en velocidad, ella apenas lo estaba apuntando con la runa. Salió volando por los aires como una hoja que el viento eleva por casualidad. Con la mano que le quedaba tomó una runa y se curó el brazo restante, lejos de intentar recuperarse más, con el medio tronco que le quedaba bastó para iniciar el apocalipsis: hizo una secuencia prohibida. Una que los dioses habían condenado. La hizo con una maestría terrorífica. Vio las estrellas asomándose por su espalda y luego ese par de ojos blancos que le recordaron a los de Nobi.
Anuman dejó salir un grito grave, lento y ensordecedor como una placa tectónica. Era el canto grotesco de un demonio. Cubrió a Nym con su cuerpo que era todo lo que tenía. Volteó para ver cómo ese diablo conjuraba el fuego del infierno sobre el menare, sobre ellas. Estaban bajo una mancha roja y ardiente que se expandía por el cielo y de la que no podrían escapar. El hechicero estaba coronando con llamas a la selva de Tiquanda. Cerró los ojos y se apretó contra su hermana. Sintió que ardían, después sintió un abrazo que olía las flores favoritas de Naryanna. Y, por último, se dejó envolver por la calidez de Nobi. Estaba muerta o soñando. Daba lo ºmismo. No entendía lo que estaba pasando. Lloró en silencio y cerró los ojos, ansiando despertar.
Lo único que recordará con claridad será la madrugada, Nutasha le cantaba una dulce melodía, mientras la velaba. Esa tenue luz roja le acariciaba el rostro y la hacían verse más hermosa que nunca.
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Nota del autor
Las redes oscuras está en sus últimos capítulos y la próxima entrega serán la última del libro. Si alguno ha llegado hasta aquí me gustaría agradecer infinitamente su paciencia y dedicación. Escribí esta historia porque así soy yo, escribo las cosas que se me ocurren y se me ocurren muchas cuando juego Tibia. Veo en los números de las vistas del foro que al menos hay un par de interesados que echan un ojo de vez en cuando a estas palabras (espero que no sean bots, y si sí, los saludo con cariño). Pienso que sería bueno dedicarles unas palabras de reconocimiento hacia ustedes. Me gustaría también saludar a un par de personas que sé que vienen a explorar las aventuras que se me ocurren (maestra, qué onda), Flo, ¿sigues acá). Agradezco también a mi editor que me empuja a publicar esta historia que decidí publicar aquí porque no hay ningún otro espacio donde quepa este contenido (aunque estoy en pláticas para publicar en otra página).
Quiero comentar que la fortaleza más grande de Tibia está en sus gráficos, que aprovechan un 10% del hardware y 90% de la imaginación de los jugadores. Pero la diversión de este mundo reside en la gente que conoces en él y con los amigos con los que vives las aventuras. Ninguna quest sale como debería y cuando sale bien, nadie la recuerda. Esta historia se me ocurrió por y para mis amigos. Mis interacciones en Tibia son las que nutren este río de capítulos. La historia está pensada para contarse en tres libros. Lo que publiqué aquí es el primer volumen. El huracán de fuego será el título del segundo y decidí llamar Armagedón al tercero. Espero publicar El huracán de fuego este mismo año. Sin embargo, tengo algunas narraciones breves sobre este mundo que iré soltando de vez en cuando. En los próximos capítulos dejaré vínculos a los lugares de dicha publicación.
Saludos,
Val
LAS REDES OSCURAS
- Capítulo 0: https://youtu.be/wU4t09EWVq8?si=ryJVWwhl0ZaHQ70T
- Capítulo 1: https://youtu.be/fhyesVFlLVI?si=lgDe1mQLNqMkzDmS
- Capítulo 2: https://youtu.be/blnwlIt4H-s?si=Zlu5CoE85LVS3SD0
- Capítulo 3: https://youtu.be/Mpyd94YoB-A?si=GIislHSlZryXVt_z
- Capítulo 4: https://youtu.be/8i3kF8A3tS8?si=B_u_zscVh3kdrA6_
- Capítulo 5: https://youtu.be/_mGz7fEVZSI?si=d5Wvp4v6BSUlRwfM