Las Redes Oscuras (capítulo 25): El aprendiz
Cita de Arena en abril 3, 2024, 4:46 pmEra la primera vez que lo veía tan agotado, hambriento y desaliñado. Con esas vestiduras, parecía más un pordiosero que un hechicero aterrador. Irónico. A él lo habían matado recientemente y sentía un poco más de pena por su amigo, imaginaba cómo se sentía
A Duncan no le interesan los conflictos políticos, ni siquiera cuando él está inmiscuido hasta el cuello entre las espadas de dos reyes. Pero, aun así, fue el primer tema que tocó.
—Oí rumores sobre un mago oscuro tuerto que trajo muerte y destrucción a la Plaza Mayor en Carlin, que revivió a medio centenar de cadáveres para nutrir las filas del ejército que Eloísa usará contra Thais. Escuché que dejó muerte y destrucción a su paso y que si no fuera por unos bárbaros norteños la ciudad hubiera sido arrasada. Sospecho que ese mago es la misma persona a la que Tibianus ha puesto precio por su cabeza. Y sospecho que justo lo tengo en frente. ¿Qué tanto está pasando, Ib
—Te recuerdo que tú también estás detrás de mi cabeza —sonrió mientras agachaba la mirada. Ahora era más evidente que Duncan le doblaba la edad. Sentía como si frente a él estuviera nada más que un muchacho imprudente. —Todo eso que dices son rumores —dijo, con la voz cansada. —Las cosas dieron un giro inesperado, es cierto y ahora me acompañan un puñado de desertores de Eloísa, pero fieles a Carlin, todos ellos tuvieron un rol crucial en esa tragedia. A Katafracto lo habían culpado de alta traición y estaban por cortarle la cabeza, las dos chicas tuvieron dos puestos de alta seguridad dentro del reino, son gente muy capaz. Pero el alto, Kaarl —Ib sonrió como si su mundo no se estuviera viniendo abajo—, es un cocinero estupendo. Quisiera pedirte un favor especial. Pero ha sido un viaje muy largo. Ansío mucho llegar al Árbol para hablar de esto con calma mientras bebemos algo.
—Va a ser algo complicado —reconoció Duncan, con una mueca exagerada. —Al parecer alguien descubrió la ubicación del Árbol y ahora mismo está bajo el control de unos ladrones.
A Ib la noticia no le cayó como Duncan hubiera esperado. Sentado en esa piedra, suspiró profundamente antes de preguntar:
—¿Había muchas mujeres en ese supuesto grupo de ladrones?
—Es posible —en realidad Duncan no lo sabía. Discutió con una, pero a decir verdad no había visto a nadie más.
—Entonces todo está bien. Son mis hermanas —mintió, con tono sombrío y arrepentido —, les pedí que fueran al Árbol y que les tendieran una pequeña broma si encontraban la puerta sin llave. Espero que no se hayan pasado de la raya.
La pregunta había sido lanzada con una inocencia que Duncan sintió un golpe frío en su interior, pero no dijo nada.
—Pues si mis cálculos no me fallan, tus hermanas deben estar luchando contra Anuman en estos momentos.
Ib se puso de pie con los reflejos de un gato, se rostro se inundó de un pánico que Duncan nunca había visto.
—No hay tiempo que perder, debemos irnos. —Dijo antes de salir corriendo.
Llevó a Duncan al punto de reunión con esos forasteros. Encontró una horrible escena al ver a Samas con el rostro hinchado, Lenn amordazado y Lorek, por desgracia, intacto. Ib se disculpó de prisa mientras liberaba a los antes mencionados y explicó brevemente que estaban todos del mismo lado. La tensión en el ambiente era pesada como la lluvia de una tormenta. Uno de los sujetos liberó a Samas, y le ofreció un saludo a manera de disculpa. Samas, aunque le regresó el estrechón de manos, lo fulminó con una mirada asesina.
—Vámonos, ya. —Insistió Ib, adelantándose entre la selva a paso más veloz que el resto.
A Duncan le pareció muy extraño que Ib llevara a cuatro sujetos al Árbol. Pero no tanto como a Ib, cuando vio que traían a Lorek. Parece que no le costó mucho entender de dónde venían y por qué habían ido al Puerto. Pero no escucharía queja alguna de la boca de Duncan, no era el momento.
Inspeccionó a las personas de las que le había hablado Ib. Dos hombres y dos mujeres. Un pelirrojo alto y fornido, con aspecto temible y unos brazos más parecidos a los de un oso que a los de un hombre, primero pensó que ese era el militar, pero después de verlo corriendo y comportándose notó la falta de entrenamiento. Era evidente, Katafracto era el otro: el que liberó a Samas. Dos cabezas más bajo que el pelirrojo, tenía un rostro severo y curtido por la batalla. Su cabello era negro, igual que sus ojos. Su mirada era firme y punzante, determinada y fría. No era un simple soldado, no lo parecía y si no fuera porque Ib se lo presentó, hubiera evitado el contacto con este sujeto a toda cosa. Las mujeres evidentemente habían recibido entrenamiento militar, eran igual de silenciosas que Katafracto. Ambas tenían el cabello oscuro, aunque una era de piel pálida y rostro afilado, mirada calculadora y sagaz, la morena tenía unos ojos grandes y aparentemente inocentes, pero escudriñaban todo a su paso, era una analista. Fue ella quien miró a Duncan con un desdén helado. No hubo tiempo para palabrería tonta o presentaciones elegantes. Con Ib a la cabeza, y apresurándolos cada vez más llegaron en menos de una hora. El pelirrojo fue quien cargó a Lorek y en ningún momento mostró signos de cansancio a pesar de correr a toda prisa con un sujeto de casi cien kilos. Duncan se ofreció a ayudarlo, ya que era su prisionero al fin y al cabo y el sujeto se negó amablemente y le dijo que para él no representaba ningún problema cargarlo. Llegaron al Árbol cuando la tarde ardía roja y moribunda en el cielo. El primer sol estaba preparándose para ponerse y su hermano celestial no tardaría en hacer lo mismo.
Antes de llegar al claro al rededor del Árbol, se detuvieron. Decidieron que era mejor verificar que no hubiera trampas. Katafracto y Samas, se encargarían del este y norte. Duncan e Ib inspeccionarían al sur y oeste.
—Me siento muy mal por lo que pasó —dijo Ib Ging, mirándolo a los ojos sin detenerse.
—¿De qué hablas?
—Me dijiste que hablaste con una. Y resulta que súbitamente tienes que ir a Puerto Esperanza a solicitar la ayuda de un sacerdote… Y como están las cosas, me imagino que debió ser muy difícil.
—Samas y Lennon me llevaron. Le agradezco todo a ellos. Me preocupa el resto del clan. Hay señales de lucha por todo el lugar, pero nada más.
—Quizá los capturaron.
—¿Tus hermanas?
—Sí —Duncan sintió la piedra vibrar cuando Ib respondió. —No de sangre, sino de crianza. Ellas vivieron en el Árbol mucho antes de que llegaran ustedes. Conocen mecanismos que ni siquiera yo sabía que existían. Cuando les pedí que vinieran, creí que manejarían la situación de otra manera…
—Quizá también capturaron a Anuman. —dijo Duncan, intentando calmarlo.
—Eso espero. Por el bien de todos.
Eso era verdad. A Duncan le empezaba a fastidiar eso de que la piedra vibrara a la mitad de la oración y luego se detuviera. Había mentiras que no eran mentiras, sino figuras retóricas y la piedra las detectaba de la misma manera. Le hubiera gustado guardar la piedra en su mochila y no usarla más, pero se había acostumbrado a no dejarse engañar por nadie.
—Una última cosa. La que te…
—Mató —concluyó Duncan, no quería sentir esa piedra otra vez.
—¿Fue una pelirroja? —Preguntó Ib, sin soltar el paso y dejar de prestar atención en los árboles en búsqueda de hilos de seda.
—No tengo la menor idea, pero aquí está su firma por si te interesa saberlo —Duncan se detuvo y se jaló la camisa, mostrando la parte izquierda de su cuello. Ib Ging estudió la cicatriz y algo en su mirada pareció relajarse. Luego, se desabotonó la raída camisa de algodón y le mostró el pecho, donde apenas comenzaban a crecer algunos pelos desordenados. Había una cicatriz negra de dos o tres pulgadas de largo. Era recta y estaba muy cerca del esternón.
—Me la hizo la pelirroja —dijo con una sinceridad que rayaba en lo patético. Parecía como si estuviera presumiendo una cicatriz. —He entrenado con ellas desde que era muy pequeño, nuestras luchas a veces se tornan más agresivas de lo que uno esperaría. Logré vencer a tres por separado, pero juntas son un verdadero dolor de cabeza. Esta cicatriz me la gané porque no supimos detenernos una vez.
—Es cosa digna —dijo Duncan, retomando el paso—, ser herido por una mujer. No tengo ningún rencor —la piedra vibró dentro de su pantalón—, pero espero que no hayan matado a ningún otro miembro.
—Perímetro libre de trampas —avisó Samas, corriendo hacia ellos
—Vámonos. —Ordenó Duncan, pero se detuvo de golpe. Había olvidado por un instante la cosa que más le aquejaba el alma. —Hay algo que deberías saber —como si lo acabara de recordar—. Puscifer está convertido en un gusano. En Banuta asesinamos a una madre serpiente que lo transformó, es una historia larga. Necesitamos ayuda para regresarlo a su forma original.
—Eso va a ser muy complicado —miró a Kaarl que cargaba a Lorek a cuestas—, pero tengo un plan. Creo que justamente una de ellas —señaló al Árbol con la cabeza— podría ayudarnos en una situación así. ¿Dónde lo tienen?
—En una bolsita de tierra. Colgada del cuello de Lennon.
—Me da gusto, ahí estará seguro —dijo Ib. Y antes de empezar a correr tocó el hombro de Duncan y lo miró con ese ojo verde. —Sé que no ha sido fácil, pero estoy orgulloso de ti, amigo.
Cruzaron el claro a toda velocidad. Nadie estuvo ahí para detenerlos. No había nadie para anunciar su llegada y para colmo, habían dejado la puerta abierta. Sin embargo, fue Ib el que saludó a quien fuera que estuviera escuchando, gritando. Pasaron más de treinta segundos antes de que alguien respondiera.
Lo hicieron desde el piso de arriba, del cuarto de reuniones. Duncan e Ib entraron a la casa con rapidez, no así los invitados, pero Lenn y Samas se encargarían de ellos por orden de Duncan.
Subieron las escaleras hasta llegar al cuarto de reuniones, donde Gardenerella platicaba muy quitada de la pena con dos de esas mujeres. Había vasos vacíos en la mesa y colillas de cigarros humeantes. La druida se veía desesperada y ligeramente ebria. Frente a ella estaba una mujer alta y morena, de cabello rubio y espléndido. Aunque su cara era hermosa, se podía ver que llevaba bastantes años de diferencia a sus hermanas. Sus piernas largas estaban cruzadas de tal manera que parecía la dueña del lugar, actitud que enfureció a Duncan. Había otras dos chicas, una de cabello rojo que estaba impactada de ver a Ib.
—Parece que se les olvida —dijo mirando a todos— quién es el responsable de este lugar. Gardenerella, exijo que me expliques con quién estás sentada, dónde están todos los demás y —recordó a Ib—, me digas si Black Anuman está con ustedes.
—Eres un malnacido —dijo la pelirroja dirigiéndose a Ib, ignorando lo que Duncan acababa de ordenar. Lo golpeó en el pecho antes de sollozar mientras él la abrazaba conmovido. Olió su cabello y se reincorporó con la seriedad propia de él.
—¿Dónde está Anuman? —preguntó Ib.
Gardenerella aprovechó el silencio para erguirse lentamente, casi con pereza. Señaló a la chica pelirroja con el pulgar y una mueca de perplejidad. Luego miró a Duncan.
—El resto sigue atado en las celdas. De Anuman no se preocupen, mi prioridad fue convencer a estas damas del peligro que representa cazar a Anuman de noche. Sugerí que esperaran a que se apareciera y uno de nosotros para hablar con él. Yo no lo quiero hacer —advirtió Gardenerella, inamovible.
—Maldita sea —la rubia se paró de un salto y le ordenó a la pelirroja que fuera a buscar a otra chica.— Nary, corre a buscar a Nigrette. Debe estar con Nekane en las celdas.
La pelirroja saltó como un zorro por las escaleras.
—Aquí no está —gritó desde la celda.
—¿Creen que haya ido a buscarlo? —Preguntó Duncan. Recordó que había más hermanas. —¿Dónde está el resto de ustedes? ¿Cuántas son, Ib?
—Le ordene específicamente que no lo hiciera —afirmó Nutasha, entendiendo lo que para Duncan era evidente. —Tenemos que encontrar a Nigrette de inmediato.
—¿Las niñas están arriba? —Preguntó Ib a Nutasha, saliendo de la habitación a toda prisa, dirigiéndose hacia arriba de las escaleras.
—Sí —afirmó Nutasha. Desde el Jardín del cielo se escuchó un llanto sombrío. Se trataba de una niña pequeña y de cabello blanco cuyos ojos permanecieron cerrados hasta que abrazó a Ib.
—Nobi, qué gusto verte. Estamos buscando a Ette, ¿la has visto? También quiero saber dónde están Nymera. Nos urge hablar con ella.
La niña pequeña estaba desolada, al borde de las lágrimas.
—Ette salió del Árbol, buscando al diablo y Neem salió buscando a Ette. Ve por ellas, Topo —dijo sollozando—, la necesito a mi lado siempre.
Ella e Ib comenzaron a platicar en voz muy baja, mientras tanto, Gardenerella se acercó a su oído y le susurró:
—Esa mocosa me da muy mala espina. Hay algo aterrador en su presencia ¿no lo notas?
—Guarda silencio, vieja—respondió. —Ib dijo que ella es la única que puede salvar a Puscifer de tu estupidez. Pero sabía a lo que se refería. La niña era muy particular. La forma de sus ojos, los ángulos de su canto interno, sus cejas, la nariz y la boca eran… particulares. Duncan era de los que jamás olvidarían un rostro, pero esa cara prefería no estudiarla.
Gardenerella le levantó el dedo medio.
—Iré a liberar a los otros, parece que iremos a una incursión a medianoche. Diablos, sólo espero que Anuman no nos mate a todos —dijo la druida.
Pero antes de que ella diera la vuelta, Ib caminó a ellos con la ferocidad de una pantera. Instruyó a Nutasha sobre un plan de defensa y saltó desde el jardín del cielo. Sus hermanas se movieron de inmediato. Ib Ging cogió a la niña de cabello blanco con un brazo y subieron al jardín del cielo. Un rugido espantosamente familiar sonó desde el oeste. Duncan vio algo que nunca en su vida había visto, algo que hubiera deseado nunca ver: una puesta de tres soles.
Esta historia también está disponible en audiolibro en el siguiente link:
LAS REDES OSCURAS
- Capítulo 0: https://youtu.be/wU4t09EWVq8?si=ryJVWwhl0ZaHQ70T
- Capítulo 1: https://youtu.be/fhyesVFlLVI?si=lgDe1mQLNqMkzDmS
- Capítulo 2: https://youtu.be/blnwlIt4H-s?si=Zlu5CoE85LVS3SD0
- Capítulo 3: https://youtu.be/Mpyd94YoB-A?si=GIislHSlZryXVt_z
- Capítulo 4: https://youtu.be/8i3kF8A3tS8?si=B_u_zscVh3kdrA6_
- Capítulo 5: https://youtu.be/_mGz7fEVZSI?si=d5Wvp4v6BSUlRwfM
Era la primera vez que lo veía tan agotado, hambriento y desaliñado. Con esas vestiduras, parecía más un pordiosero que un hechicero aterrador. Irónico. A él lo habían matado recientemente y sentía un poco más de pena por su amigo, imaginaba cómo se sentía
A Duncan no le interesan los conflictos políticos, ni siquiera cuando él está inmiscuido hasta el cuello entre las espadas de dos reyes. Pero, aun así, fue el primer tema que tocó.
—Oí rumores sobre un mago oscuro tuerto que trajo muerte y destrucción a la Plaza Mayor en Carlin, que revivió a medio centenar de cadáveres para nutrir las filas del ejército que Eloísa usará contra Thais. Escuché que dejó muerte y destrucción a su paso y que si no fuera por unos bárbaros norteños la ciudad hubiera sido arrasada. Sospecho que ese mago es la misma persona a la que Tibianus ha puesto precio por su cabeza. Y sospecho que justo lo tengo en frente. ¿Qué tanto está pasando, Ib
—Te recuerdo que tú también estás detrás de mi cabeza —sonrió mientras agachaba la mirada. Ahora era más evidente que Duncan le doblaba la edad. Sentía como si frente a él estuviera nada más que un muchacho imprudente. —Todo eso que dices son rumores —dijo, con la voz cansada. —Las cosas dieron un giro inesperado, es cierto y ahora me acompañan un puñado de desertores de Eloísa, pero fieles a Carlin, todos ellos tuvieron un rol crucial en esa tragedia. A Katafracto lo habían culpado de alta traición y estaban por cortarle la cabeza, las dos chicas tuvieron dos puestos de alta seguridad dentro del reino, son gente muy capaz. Pero el alto, Kaarl —Ib sonrió como si su mundo no se estuviera viniendo abajo—, es un cocinero estupendo. Quisiera pedirte un favor especial. Pero ha sido un viaje muy largo. Ansío mucho llegar al Árbol para hablar de esto con calma mientras bebemos algo.
—Va a ser algo complicado —reconoció Duncan, con una mueca exagerada. —Al parecer alguien descubrió la ubicación del Árbol y ahora mismo está bajo el control de unos ladrones.
A Ib la noticia no le cayó como Duncan hubiera esperado. Sentado en esa piedra, suspiró profundamente antes de preguntar:
—¿Había muchas mujeres en ese supuesto grupo de ladrones?
—Es posible —en realidad Duncan no lo sabía. Discutió con una, pero a decir verdad no había visto a nadie más.
—Entonces todo está bien. Son mis hermanas —mintió, con tono sombrío y arrepentido —, les pedí que fueran al Árbol y que les tendieran una pequeña broma si encontraban la puerta sin llave. Espero que no se hayan pasado de la raya.
La pregunta había sido lanzada con una inocencia que Duncan sintió un golpe frío en su interior, pero no dijo nada.
—Pues si mis cálculos no me fallan, tus hermanas deben estar luchando contra Anuman en estos momentos.
Ib se puso de pie con los reflejos de un gato, se rostro se inundó de un pánico que Duncan nunca había visto.
—No hay tiempo que perder, debemos irnos. —Dijo antes de salir corriendo.
Llevó a Duncan al punto de reunión con esos forasteros. Encontró una horrible escena al ver a Samas con el rostro hinchado, Lenn amordazado y Lorek, por desgracia, intacto. Ib se disculpó de prisa mientras liberaba a los antes mencionados y explicó brevemente que estaban todos del mismo lado. La tensión en el ambiente era pesada como la lluvia de una tormenta. Uno de los sujetos liberó a Samas, y le ofreció un saludo a manera de disculpa. Samas, aunque le regresó el estrechón de manos, lo fulminó con una mirada asesina.
—Vámonos, ya. —Insistió Ib, adelantándose entre la selva a paso más veloz que el resto.
A Duncan le pareció muy extraño que Ib llevara a cuatro sujetos al Árbol. Pero no tanto como a Ib, cuando vio que traían a Lorek. Parece que no le costó mucho entender de dónde venían y por qué habían ido al Puerto. Pero no escucharía queja alguna de la boca de Duncan, no era el momento.
Inspeccionó a las personas de las que le había hablado Ib. Dos hombres y dos mujeres. Un pelirrojo alto y fornido, con aspecto temible y unos brazos más parecidos a los de un oso que a los de un hombre, primero pensó que ese era el militar, pero después de verlo corriendo y comportándose notó la falta de entrenamiento. Era evidente, Katafracto era el otro: el que liberó a Samas. Dos cabezas más bajo que el pelirrojo, tenía un rostro severo y curtido por la batalla. Su cabello era negro, igual que sus ojos. Su mirada era firme y punzante, determinada y fría. No era un simple soldado, no lo parecía y si no fuera porque Ib se lo presentó, hubiera evitado el contacto con este sujeto a toda cosa. Las mujeres evidentemente habían recibido entrenamiento militar, eran igual de silenciosas que Katafracto. Ambas tenían el cabello oscuro, aunque una era de piel pálida y rostro afilado, mirada calculadora y sagaz, la morena tenía unos ojos grandes y aparentemente inocentes, pero escudriñaban todo a su paso, era una analista. Fue ella quien miró a Duncan con un desdén helado. No hubo tiempo para palabrería tonta o presentaciones elegantes. Con Ib a la cabeza, y apresurándolos cada vez más llegaron en menos de una hora. El pelirrojo fue quien cargó a Lorek y en ningún momento mostró signos de cansancio a pesar de correr a toda prisa con un sujeto de casi cien kilos. Duncan se ofreció a ayudarlo, ya que era su prisionero al fin y al cabo y el sujeto se negó amablemente y le dijo que para él no representaba ningún problema cargarlo. Llegaron al Árbol cuando la tarde ardía roja y moribunda en el cielo. El primer sol estaba preparándose para ponerse y su hermano celestial no tardaría en hacer lo mismo.
Antes de llegar al claro al rededor del Árbol, se detuvieron. Decidieron que era mejor verificar que no hubiera trampas. Katafracto y Samas, se encargarían del este y norte. Duncan e Ib inspeccionarían al sur y oeste.
—Me siento muy mal por lo que pasó —dijo Ib Ging, mirándolo a los ojos sin detenerse.
—¿De qué hablas?
—Me dijiste que hablaste con una. Y resulta que súbitamente tienes que ir a Puerto Esperanza a solicitar la ayuda de un sacerdote… Y como están las cosas, me imagino que debió ser muy difícil.
—Samas y Lennon me llevaron. Le agradezco todo a ellos. Me preocupa el resto del clan. Hay señales de lucha por todo el lugar, pero nada más.
—Quizá los capturaron.
—¿Tus hermanas?
—Sí —Duncan sintió la piedra vibrar cuando Ib respondió. —No de sangre, sino de crianza. Ellas vivieron en el Árbol mucho antes de que llegaran ustedes. Conocen mecanismos que ni siquiera yo sabía que existían. Cuando les pedí que vinieran, creí que manejarían la situación de otra manera…
—Quizá también capturaron a Anuman. —dijo Duncan, intentando calmarlo.
—Eso espero. Por el bien de todos.
Eso era verdad. A Duncan le empezaba a fastidiar eso de que la piedra vibrara a la mitad de la oración y luego se detuviera. Había mentiras que no eran mentiras, sino figuras retóricas y la piedra las detectaba de la misma manera. Le hubiera gustado guardar la piedra en su mochila y no usarla más, pero se había acostumbrado a no dejarse engañar por nadie.
—Una última cosa. La que te…
—Mató —concluyó Duncan, no quería sentir esa piedra otra vez.
—¿Fue una pelirroja? —Preguntó Ib, sin soltar el paso y dejar de prestar atención en los árboles en búsqueda de hilos de seda.
—No tengo la menor idea, pero aquí está su firma por si te interesa saberlo —Duncan se detuvo y se jaló la camisa, mostrando la parte izquierda de su cuello. Ib Ging estudió la cicatriz y algo en su mirada pareció relajarse. Luego, se desabotonó la raída camisa de algodón y le mostró el pecho, donde apenas comenzaban a crecer algunos pelos desordenados. Había una cicatriz negra de dos o tres pulgadas de largo. Era recta y estaba muy cerca del esternón.
—Me la hizo la pelirroja —dijo con una sinceridad que rayaba en lo patético. Parecía como si estuviera presumiendo una cicatriz. —He entrenado con ellas desde que era muy pequeño, nuestras luchas a veces se tornan más agresivas de lo que uno esperaría. Logré vencer a tres por separado, pero juntas son un verdadero dolor de cabeza. Esta cicatriz me la gané porque no supimos detenernos una vez.
—Es cosa digna —dijo Duncan, retomando el paso—, ser herido por una mujer. No tengo ningún rencor —la piedra vibró dentro de su pantalón—, pero espero que no hayan matado a ningún otro miembro.
—Perímetro libre de trampas —avisó Samas, corriendo hacia ellos
—Vámonos. —Ordenó Duncan, pero se detuvo de golpe. Había olvidado por un instante la cosa que más le aquejaba el alma. —Hay algo que deberías saber —como si lo acabara de recordar—. Puscifer está convertido en un gusano. En Banuta asesinamos a una madre serpiente que lo transformó, es una historia larga. Necesitamos ayuda para regresarlo a su forma original.
—Eso va a ser muy complicado —miró a Kaarl que cargaba a Lorek a cuestas—, pero tengo un plan. Creo que justamente una de ellas —señaló al Árbol con la cabeza— podría ayudarnos en una situación así. ¿Dónde lo tienen?
—En una bolsita de tierra. Colgada del cuello de Lennon.
—Me da gusto, ahí estará seguro —dijo Ib. Y antes de empezar a correr tocó el hombro de Duncan y lo miró con ese ojo verde. —Sé que no ha sido fácil, pero estoy orgulloso de ti, amigo.
Cruzaron el claro a toda velocidad. Nadie estuvo ahí para detenerlos. No había nadie para anunciar su llegada y para colmo, habían dejado la puerta abierta. Sin embargo, fue Ib el que saludó a quien fuera que estuviera escuchando, gritando. Pasaron más de treinta segundos antes de que alguien respondiera.
Lo hicieron desde el piso de arriba, del cuarto de reuniones. Duncan e Ib entraron a la casa con rapidez, no así los invitados, pero Lenn y Samas se encargarían de ellos por orden de Duncan.
Subieron las escaleras hasta llegar al cuarto de reuniones, donde Gardenerella platicaba muy quitada de la pena con dos de esas mujeres. Había vasos vacíos en la mesa y colillas de cigarros humeantes. La druida se veía desesperada y ligeramente ebria. Frente a ella estaba una mujer alta y morena, de cabello rubio y espléndido. Aunque su cara era hermosa, se podía ver que llevaba bastantes años de diferencia a sus hermanas. Sus piernas largas estaban cruzadas de tal manera que parecía la dueña del lugar, actitud que enfureció a Duncan. Había otras dos chicas, una de cabello rojo que estaba impactada de ver a Ib.
—Parece que se les olvida —dijo mirando a todos— quién es el responsable de este lugar. Gardenerella, exijo que me expliques con quién estás sentada, dónde están todos los demás y —recordó a Ib—, me digas si Black Anuman está con ustedes.
—Eres un malnacido —dijo la pelirroja dirigiéndose a Ib, ignorando lo que Duncan acababa de ordenar. Lo golpeó en el pecho antes de sollozar mientras él la abrazaba conmovido. Olió su cabello y se reincorporó con la seriedad propia de él.
—¿Dónde está Anuman? —preguntó Ib.
Gardenerella aprovechó el silencio para erguirse lentamente, casi con pereza. Señaló a la chica pelirroja con el pulgar y una mueca de perplejidad. Luego miró a Duncan.
—El resto sigue atado en las celdas. De Anuman no se preocupen, mi prioridad fue convencer a estas damas del peligro que representa cazar a Anuman de noche. Sugerí que esperaran a que se apareciera y uno de nosotros para hablar con él. Yo no lo quiero hacer —advirtió Gardenerella, inamovible.
—Maldita sea —la rubia se paró de un salto y le ordenó a la pelirroja que fuera a buscar a otra chica.— Nary, corre a buscar a Nigrette. Debe estar con Nekane en las celdas.
La pelirroja saltó como un zorro por las escaleras.
—Aquí no está —gritó desde la celda.
—¿Creen que haya ido a buscarlo? —Preguntó Duncan. Recordó que había más hermanas. —¿Dónde está el resto de ustedes? ¿Cuántas son, Ib?
—Le ordene específicamente que no lo hiciera —afirmó Nutasha, entendiendo lo que para Duncan era evidente. —Tenemos que encontrar a Nigrette de inmediato.
—¿Las niñas están arriba? —Preguntó Ib a Nutasha, saliendo de la habitación a toda prisa, dirigiéndose hacia arriba de las escaleras.
—Sí —afirmó Nutasha. Desde el Jardín del cielo se escuchó un llanto sombrío. Se trataba de una niña pequeña y de cabello blanco cuyos ojos permanecieron cerrados hasta que abrazó a Ib.
—Nobi, qué gusto verte. Estamos buscando a Ette, ¿la has visto? También quiero saber dónde están Nymera. Nos urge hablar con ella.
La niña pequeña estaba desolada, al borde de las lágrimas.
—Ette salió del Árbol, buscando al diablo y Neem salió buscando a Ette. Ve por ellas, Topo —dijo sollozando—, la necesito a mi lado siempre.
Ella e Ib comenzaron a platicar en voz muy baja, mientras tanto, Gardenerella se acercó a su oído y le susurró:
—Esa mocosa me da muy mala espina. Hay algo aterrador en su presencia ¿no lo notas?
—Guarda silencio, vieja—respondió. —Ib dijo que ella es la única que puede salvar a Puscifer de tu estupidez. Pero sabía a lo que se refería. La niña era muy particular. La forma de sus ojos, los ángulos de su canto interno, sus cejas, la nariz y la boca eran… particulares. Duncan era de los que jamás olvidarían un rostro, pero esa cara prefería no estudiarla.
Gardenerella le levantó el dedo medio.
—Iré a liberar a los otros, parece que iremos a una incursión a medianoche. Diablos, sólo espero que Anuman no nos mate a todos —dijo la druida.
Pero antes de que ella diera la vuelta, Ib caminó a ellos con la ferocidad de una pantera. Instruyó a Nutasha sobre un plan de defensa y saltó desde el jardín del cielo. Sus hermanas se movieron de inmediato. Ib Ging cogió a la niña de cabello blanco con un brazo y subieron al jardín del cielo. Un rugido espantosamente familiar sonó desde el oeste. Duncan vio algo que nunca en su vida había visto, algo que hubiera deseado nunca ver: una puesta de tres soles.
Esta historia también está disponible en audiolibro en el siguiente link:
LAS REDES OSCURAS
- Capítulo 0: https://youtu.be/wU4t09EWVq8?si=ryJVWwhl0ZaHQ70T
- Capítulo 1: https://youtu.be/fhyesVFlLVI?si=lgDe1mQLNqMkzDmS
- Capítulo 2: https://youtu.be/blnwlIt4H-s?si=Zlu5CoE85LVS3SD0
- Capítulo 3: https://youtu.be/Mpyd94YoB-A?si=GIislHSlZryXVt_z
- Capítulo 4: https://youtu.be/8i3kF8A3tS8?si=B_u_zscVh3kdrA6_
- Capítulo 5: https://youtu.be/_mGz7fEVZSI?si=d5Wvp4v6BSUlRwfM