Las Redes Oscuras (capítulo 20): El capitán de su calle
Cita de Arena en febrero 28, 2024, 3:44 pmLas enormes y negras cejas del Sargento Pimienta parecían dos cascadas de pelo enredado corriéndole por la frente. Su aspecto era intimidante. Daba largas zancadas que le permitían cruzar todo su camarote en tres movimientos. Ordenó a Paprika, su segundo al mando que trajera a dos de los rehenes.
—Eres una bestia que resiste bien el dolor —le dijo a Argón una vez que hubieron quedado solos, luego descolgó el látigo que había usado la noche anterior. —Veamos qué tan bien resistes el dolor ajeno.
Arrojó el arma sobre su escritorio y tomó luego su pipa. La rellenó impaciente y arrojó tres nubarrones negros antes de hablar.
—¿Quiénes se creen ustedes? —Si Argón no tuviera un palo entre los dientes, le hubiera contestado de buena gana. —Secuestran una de mis embarcaciones, tienen el descaro de venir ante mí y además pedirme que los lleve al puerto. Los dioses torturen mi alma si eso es un plan cuerdo. Mira que… Mira que… —apretó la pipa contra sus puños y esta crujió—. Mis sanadores dijeron que la recuperación de Comino me costará un ojo de la cara. Espero que sus baratijas —señaló con su pulgar a la esquina del camarote, donde tenían amontonadas todas las cosas que le quitaron al clan—. Valgan la pena… Tú no tienes cara de mago, tienes la mirada demasiado idiota como para serlo. Te elegí para torturarte porque pareces un hombre sincero, y aprendí que los hombres honestos hablan con los ojos. Mírate, un cachorro tonto que no sabe si habló de más.
No me dijiste nada que no supiera. Sé bien para quién trabajan y déjame decirte que tu querido líder fue atrapado en Carlin. Nadie sabe qué hacía allá, pero el Rey Tibianus lo declaró traidor y no tuvo ningún inconveniente conque lo ejecutara la reina loca.
Unos pasos desde el pasillo anunciaron la llegada. El Sargento Pimienta tapó los ojos de Argón. Así que éste no pudo saber en qué condiciones llegaron sus amigos.
—Tu amigo pelirrojo ya confesó. Los he traído porque necesito corroborar sus versiones —amenazó el sargento y luego ordenó que los acomodaran para azotarlos. Siete latigazos sonaron en la espalda de alguien, pero Argón no podía distinguir a quién. —Desátenlo, quiero saber qué tiene que decir.
—Por la décimo séptima enmienda real de embarcaciones, nos debes de llevar de inmediato con Angus —dijo Ab, con esa voz ronca y lenta.
Otros tres latigazos sonaron.
—Trabajamos para el mismo rey —contestó Duncan, con una voz apagada y seca. —Tenemos que hablar con tu jefe, de inmediato.
El Sargento Pimienta debió encontrar divertido aquel comentario porque rio estrepitosamente.
—Te equivocas, en estos momentos Ib es considerado un traidor ante los ojos del Rey.
Argón quiso gritar y explicarles a sus compañeros que no cayeran en su trampa, que él no había revelado información de la misión.
Una tanda de veinte azotes más precedió a la siguiente advertencia:
—El que hable será perdonado.
Ninguno respondió.
Una trompeta interrumpió al sargento.
—Ve a ver de qué se trata —ordenó a Pimienta— y mándame a tres guardias, necesitaré sincronizar los azotes.
Aguantaron en silencio otras dos rondas antes de que llegara Pimienta a murmurar algo que obligó a que Pimienta los maldijera más amargamente que nunca.
—Libérenlos —ordenó de mala gana.
No habían pasado veinte minutos cuando entró Angus al camarote de Pimienta. Sólo les habían dejado los grilletes triples. Cubrió sus espaldas sangrantes con mantas de lana dura y sucia. Pero ni eso apaciguó al regente del puerto. La ira de Angus era la más terrorífica que Argón hubiera presenciado. Duncan se encargó de relatar con lujo de detalle el actuar de Pimienta al encargado del Puerto y con cada palabra, parecía como si sus ojos destilaran lava al rojo vivo.
—Eres un imbécil, Pimienta. ¿Qué pretendías hacer con ellos? Es la última vez que me desobedeces. Irán conmigo al palacio, al igual que tú. Quedas relevado de tu puesto hasta que haga las investigaciones correspondientes. Y agradece que estamos en tiempos de guerra, porque si no fuera así, ya te hubiera colgado en tu propia borda. El teniente Paprika quedará al mando desde ahora.
El exsargento iba a agregar algo, pero entendió que era mejor quedarse callado.
El viaje en el barco de Angus había sido corto en comparación a todo lo que habían tenido que pasar. En ningún momento los dejaron acceder nuevamente a sus objetos, les habían decomisado hasta los anillos, asegurándoles que estarían a salvo. Duncan tuvo que suplicarle a Angus que les permitieran conservar el saco de tierra en el que cargaba a Lenn, y tan extraña petición causó la desesperación de Angus.
—Está bien —accedió de muy mala gana—, pero todos dormirán en habitaciones separadas y tendrán guardias a las salidas. Sólo se moverán acompañados. Lo que hicieron en altamar es un crimen, y si no es porque todo era parte de una misión mía, ya los hubiera encerrado en un calabozo. De cualquier manera, su comportamiento errático me ha hecho perder todo un día. Mañana hablaré contigo —dijo, dirigiéndose a Duncan—. No quiero saber nada más de ustedes por el día de hoy.
Las habitaciones eran cómodas, la cama era suave. Una bendición de los dioses. Pero no podía dormir. Todo había sido muy extraño… ¿A qué se refería Pimienta cuando dijo que Ib era un traidor?
Los médicos que había enviado Angus a su habitación habían lavado y cuidado de las heridas que dejó el látigo. Ahora le daban comezón y dormir boca arriba, como a él le gustaba, era imposible. Se sintió frustrado. Por fin tenía una cama para dormir cómodo y no podía hacerlo.
Se sentó al borde y entonces tuvo deseos de orinar. Tomó la bacinica de una esquina y vio hacia afuera de su habitación. Una veintena de metros de su ventana, una figura saltaba por las ramas de los árboles. Argón hizo un chasquido con sus labios y Duncan volteó a verlo. Cambió su ruta y entró por la ventana del caballero.
—Necesito una cerveza y no creo que los guardias de mi puerta me la lleven. ¿Quieres ir por una?
Argón no lo pensó dos veces. Se puso nuevamente las botas y se escabulló por la ventana. Afuera, la noche era tan oscura que no era complicado salir sin ser vistos. Bajaron con algunas dificultades del palacio. Argón no era tan ágil como Duncan, pero se las arregló para tocar tierra sin sufrir ningún percance. Se escabulleron rumbo a la taberna de Clyde, en los barrios podrían moverse con más facilidad.
Cada cuanto se topaban con grupos de vigilantes, pero eran tan lentos y torpes que los pudieron esquivar con facilidad.
Sin embargo, no contaron con que alguien había puesto un ojo furtivo a Duncan desde que lo encerraron en sus habitaciones y presenció su escape con toda la calma del mundo. Lo que movió a Argón fuera de su habitación no era la misma sed que sacó a Duncan. A él lo incitó un mal presentimiento. No quería que su amigo estuviera afuera solo. Ese pelo de desconfianza, ese sentido de peligro fue lo que le permitió responder casi inmediatamente después de que una sombra los atacara al girar una esquina. Estaban tan cerca del bar de Clyde cuando sus planes se desmoronaron.
Fue un fugaz forcejeo, poco más que un empujón. Argón le dio un tirón a Duncan y lo alejó de esa sombra, a la que atacó de inmediato. Pero ella no buscaba luchar. Lo que había planeado hacer ya lo había hecho. Duncan cayó de rodillas y luego soltó un quejido disimulado. Se llevó las manos al abdomen y en esa profunda oscuridad, Argón tuvo que palparlo para darse cuenta de qué se trataba. Sintió algo tibio y pegajoso entre los dedos: era sangre.
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Esta historia también está disponible en formato dramatizado en el siguiente link:
LAS REDES OSCURAS
- Capítulo 0: https://youtu.be/wU4t09EWVq8?si=ryJVWwhl0ZaHQ70T
- Capítulo 1: https://youtu.be/fhyesVFlLVI?si=lgDe1mQLNqMkzDmS
- Capítulo 2: https://youtu.be/blnwlIt4H-s?si=Zlu5CoE85LVS3SD0
- Capítulo 3: https://youtu.be/Mpyd94YoB-A?si=GIislHSlZryXVt_z
- Capítulo 4: https://youtu.be/8i3kF8A3tS8?si=B_u_zscVh3kdrA6_
- Capítulo 5: https://youtu.be/_mGz7fEVZSI?si=d5Wvp4v6BSUlRwfM
Las enormes y negras cejas del Sargento Pimienta parecían dos cascadas de pelo enredado corriéndole por la frente. Su aspecto era intimidante. Daba largas zancadas que le permitían cruzar todo su camarote en tres movimientos. Ordenó a Paprika, su segundo al mando que trajera a dos de los rehenes.
—Eres una bestia que resiste bien el dolor —le dijo a Argón una vez que hubieron quedado solos, luego descolgó el látigo que había usado la noche anterior. —Veamos qué tan bien resistes el dolor ajeno.
Arrojó el arma sobre su escritorio y tomó luego su pipa. La rellenó impaciente y arrojó tres nubarrones negros antes de hablar.
—¿Quiénes se creen ustedes? —Si Argón no tuviera un palo entre los dientes, le hubiera contestado de buena gana. —Secuestran una de mis embarcaciones, tienen el descaro de venir ante mí y además pedirme que los lleve al puerto. Los dioses torturen mi alma si eso es un plan cuerdo. Mira que… Mira que… —apretó la pipa contra sus puños y esta crujió—. Mis sanadores dijeron que la recuperación de Comino me costará un ojo de la cara. Espero que sus baratijas —señaló con su pulgar a la esquina del camarote, donde tenían amontonadas todas las cosas que le quitaron al clan—. Valgan la pena… Tú no tienes cara de mago, tienes la mirada demasiado idiota como para serlo. Te elegí para torturarte porque pareces un hombre sincero, y aprendí que los hombres honestos hablan con los ojos. Mírate, un cachorro tonto que no sabe si habló de más.
No me dijiste nada que no supiera. Sé bien para quién trabajan y déjame decirte que tu querido líder fue atrapado en Carlin. Nadie sabe qué hacía allá, pero el Rey Tibianus lo declaró traidor y no tuvo ningún inconveniente conque lo ejecutara la reina loca.
Unos pasos desde el pasillo anunciaron la llegada. El Sargento Pimienta tapó los ojos de Argón. Así que éste no pudo saber en qué condiciones llegaron sus amigos.
—Tu amigo pelirrojo ya confesó. Los he traído porque necesito corroborar sus versiones —amenazó el sargento y luego ordenó que los acomodaran para azotarlos. Siete latigazos sonaron en la espalda de alguien, pero Argón no podía distinguir a quién. —Desátenlo, quiero saber qué tiene que decir.
—Por la décimo séptima enmienda real de embarcaciones, nos debes de llevar de inmediato con Angus —dijo Ab, con esa voz ronca y lenta.
Otros tres latigazos sonaron.
—Trabajamos para el mismo rey —contestó Duncan, con una voz apagada y seca. —Tenemos que hablar con tu jefe, de inmediato.
El Sargento Pimienta debió encontrar divertido aquel comentario porque rio estrepitosamente.
—Te equivocas, en estos momentos Ib es considerado un traidor ante los ojos del Rey.
Argón quiso gritar y explicarles a sus compañeros que no cayeran en su trampa, que él no había revelado información de la misión.
Una tanda de veinte azotes más precedió a la siguiente advertencia:
—El que hable será perdonado.
Ninguno respondió.
Una trompeta interrumpió al sargento.
—Ve a ver de qué se trata —ordenó a Pimienta— y mándame a tres guardias, necesitaré sincronizar los azotes.
Aguantaron en silencio otras dos rondas antes de que llegara Pimienta a murmurar algo que obligó a que Pimienta los maldijera más amargamente que nunca.
—Libérenlos —ordenó de mala gana.
No habían pasado veinte minutos cuando entró Angus al camarote de Pimienta. Sólo les habían dejado los grilletes triples. Cubrió sus espaldas sangrantes con mantas de lana dura y sucia. Pero ni eso apaciguó al regente del puerto. La ira de Angus era la más terrorífica que Argón hubiera presenciado. Duncan se encargó de relatar con lujo de detalle el actuar de Pimienta al encargado del Puerto y con cada palabra, parecía como si sus ojos destilaran lava al rojo vivo.
—Eres un imbécil, Pimienta. ¿Qué pretendías hacer con ellos? Es la última vez que me desobedeces. Irán conmigo al palacio, al igual que tú. Quedas relevado de tu puesto hasta que haga las investigaciones correspondientes. Y agradece que estamos en tiempos de guerra, porque si no fuera así, ya te hubiera colgado en tu propia borda. El teniente Paprika quedará al mando desde ahora.
El exsargento iba a agregar algo, pero entendió que era mejor quedarse callado.
El viaje en el barco de Angus había sido corto en comparación a todo lo que habían tenido que pasar. En ningún momento los dejaron acceder nuevamente a sus objetos, les habían decomisado hasta los anillos, asegurándoles que estarían a salvo. Duncan tuvo que suplicarle a Angus que les permitieran conservar el saco de tierra en el que cargaba a Lenn, y tan extraña petición causó la desesperación de Angus.
—Está bien —accedió de muy mala gana—, pero todos dormirán en habitaciones separadas y tendrán guardias a las salidas. Sólo se moverán acompañados. Lo que hicieron en altamar es un crimen, y si no es porque todo era parte de una misión mía, ya los hubiera encerrado en un calabozo. De cualquier manera, su comportamiento errático me ha hecho perder todo un día. Mañana hablaré contigo —dijo, dirigiéndose a Duncan—. No quiero saber nada más de ustedes por el día de hoy.
Las habitaciones eran cómodas, la cama era suave. Una bendición de los dioses. Pero no podía dormir. Todo había sido muy extraño… ¿A qué se refería Pimienta cuando dijo que Ib era un traidor?
Los médicos que había enviado Angus a su habitación habían lavado y cuidado de las heridas que dejó el látigo. Ahora le daban comezón y dormir boca arriba, como a él le gustaba, era imposible. Se sintió frustrado. Por fin tenía una cama para dormir cómodo y no podía hacerlo.
Se sentó al borde y entonces tuvo deseos de orinar. Tomó la bacinica de una esquina y vio hacia afuera de su habitación. Una veintena de metros de su ventana, una figura saltaba por las ramas de los árboles. Argón hizo un chasquido con sus labios y Duncan volteó a verlo. Cambió su ruta y entró por la ventana del caballero.
—Necesito una cerveza y no creo que los guardias de mi puerta me la lleven. ¿Quieres ir por una?
Argón no lo pensó dos veces. Se puso nuevamente las botas y se escabulló por la ventana. Afuera, la noche era tan oscura que no era complicado salir sin ser vistos. Bajaron con algunas dificultades del palacio. Argón no era tan ágil como Duncan, pero se las arregló para tocar tierra sin sufrir ningún percance. Se escabulleron rumbo a la taberna de Clyde, en los barrios podrían moverse con más facilidad.
Cada cuanto se topaban con grupos de vigilantes, pero eran tan lentos y torpes que los pudieron esquivar con facilidad.
Sin embargo, no contaron con que alguien había puesto un ojo furtivo a Duncan desde que lo encerraron en sus habitaciones y presenció su escape con toda la calma del mundo. Lo que movió a Argón fuera de su habitación no era la misma sed que sacó a Duncan. A él lo incitó un mal presentimiento. No quería que su amigo estuviera afuera solo. Ese pelo de desconfianza, ese sentido de peligro fue lo que le permitió responder casi inmediatamente después de que una sombra los atacara al girar una esquina. Estaban tan cerca del bar de Clyde cuando sus planes se desmoronaron.
Fue un fugaz forcejeo, poco más que un empujón. Argón le dio un tirón a Duncan y lo alejó de esa sombra, a la que atacó de inmediato. Pero ella no buscaba luchar. Lo que había planeado hacer ya lo había hecho. Duncan cayó de rodillas y luego soltó un quejido disimulado. Se llevó las manos al abdomen y en esa profunda oscuridad, Argón tuvo que palparlo para darse cuenta de qué se trataba. Sintió algo tibio y pegajoso entre los dedos: era sangre.
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Esta historia también está disponible en formato dramatizado en el siguiente link:
LAS REDES OSCURAS
- Capítulo 0: https://youtu.be/wU4t09EWVq8?si=ryJVWwhl0ZaHQ70T
- Capítulo 1: https://youtu.be/fhyesVFlLVI?si=lgDe1mQLNqMkzDmS
- Capítulo 2: https://youtu.be/blnwlIt4H-s?si=Zlu5CoE85LVS3SD0
- Capítulo 3: https://youtu.be/Mpyd94YoB-A?si=GIislHSlZryXVt_z
- Capítulo 4: https://youtu.be/8i3kF8A3tS8?si=B_u_zscVh3kdrA6_
- Capítulo 5: https://youtu.be/_mGz7fEVZSI?si=d5Wvp4v6BSUlRwfM